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Marcelo Ebrard tenía todo para ser candidato presidencial, excepto el visto bueno de López Obrador.

Ayer, para decepción de millones de mexicanos, Ebrard salió a pronunciar un discurso cantinflesco en el que ratifica que no se va de Morena y que tiene un “entendimiento’’ con Claudia Sheinbaum, o lo que es lo mismo, un pacto.

Y por lo que dijo o trató de decir, se trata de un pacto de no agresión y de integración de los militantes que se la jugaron con él en este proceso de selección, de inicio marcado.

O sea, que le respeten el segundo lugar que obtuvo en la encuesta que nadie conoce.

Con amplia experiencia en la administración pública luego de ser jefe de Gobierno de la CDMX, y antes secretario de Seguridad Pública y de Desarrollo Social con López Obrador y secretario general de Gobierno del entonces DF con Manuel Camacho Solís, además de secretario de Relaciones Exteriores en este sexenio, Ebrard pudo haber sido el candidato esperado por las clases medias.

Del abanico corcholatero designado por López Obrador, el excanciller tenía las simpatías de la clase media a la que tanto ha condenado el Presidente por “aspiracionista’’.

Y si no dejó Morena, es porque no tenía mayores alternativas que el MC, partido que ya había decidido que su candidato sería militante y no externo, según dijo hace meses su dueño, Dante Delgado.

Así que, aún cuando se hubiera registrado en el MC, no había garantía alguna de que fuera candidato presidencial y exponerse a una segunda derrota habría significado el final de su carrera política.

Ebrard es un hombre preparado, sin duda, pero la frustración parece que no lo deja ver el escenario completo.

Insiste en que será candidato presidencial en el 2030, pero lo mismo dijo en el 2018; hay tantas variables que pueden impedir que se cumpla ese propósito, comenzando por Morena, cuyos ultras lo siguen viendo como un advenedizo y que ahora, empoderados con el triunfo de Clara Brugada, buscan quedarse con todo el pastel.

Si la confianza de Ebrard de que será candidato presidencial en seis años radica en alguna promesa o compromiso hecho con Sheinbaum, ya puede irse buscando un trabajo de consultor, porque eso no pasará.

Como no pasó con López Obrador.

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El Congreso de Nuevo León tendrá que designar a otro gobernador interino que supla, por seis meses, a Samuel García, luego de que el ministro de la Suprema Corte suspendiera los nombramientos hechos por el legislativo local y el propio gobernador.

El Congreso designó al presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado, José Arturo Salinas Garza, en tanto que García designó unilateralmente como “encargado de despacho’’ a Javier Luis Navarro Velasco.

Ninguno de los dos será el interino; el Congreso tendrá que designar a otra persona que desde ahora se anticipa no será del agrado del precandidato presidencial naranja pues el legislativo está conformado por mayoría priista y panista.

Pero ya no hay vuelta en u.

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Lo peor que le puede pasar al Frente Amplio por México es pelear por la candidatura a la jefatura de gobierno de la CDMX.

La decisión a favor de Clara Brugada fracturó las estructuras morenistas que tardarán un tiempo en restaurarse, por lo menos hasta que se conozca el reparto de las posiciones en disputa en la capital, tiempo y ocasión que debería aprovechar la oposición.

Pelear por reescribir un método cuyo resultado es previsible, es un desperdicio de tiempo.

 

    @adriantrejo

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