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Dos días después de los tiroteos que dejaron 18 muertos en Maine, la policía estadounidense intensificó el viernes la búsqueda del autor de los asesinatos por todo el noreste del país.

“Se está destinando una enorme cantidad de personal policial, tiempo y esfuerzo, las 24 horas del día” para hallar al principal sospechoso, dijo el jefe de policía de la ciudad de Lewiston, David St. Pierre, en una conferencia de prensa el viernes por la mañana.

Robert Card, de 40 años, un militar reservista del ejército, está acusado de abrir fuego en una bolera y en un bar-restaurante, matando a 18 personas e hiriendo a otras 13.

La policía y el FBI fueron desplegados el viernes en varios sitios, incluida la orilla de un río donde se encontró el automóvil del sospechoso, y planean explorar las profundidades con sonar y buzos.

La búsqueda parecía a punto de concluir el jueves por la noche, cuando la policía se había concentrado frente a una casa que pertenecía, según un vecino entrevistado por la AFP, a la familia del sospechoso.

“Por favor, salga”, repitieron los policías a lo largo de la noche a través de megáfonos, “nos gustaría hablar con usted”. Pero los policías se marcharon sin hacer declaraciones a los periodistas, muy numerosos en el lugar, sin haber localizado al sospechoso.

Drones, helicópteros y vehículos blindados habían sido desplegados en los alrededores.

“Lewiston fuerte”

Lewinston se ha transformado en una ciudad fantasma luego que sus 36.000 habitantes recibieran la orden de las autoridades de confinarse en sus casas por la peligrosidad de Card.

Las centros educativos y los comercios cerraron sus puertas y el estacionamiento de la escuela secundaria fue tomado por agentes de policía vestidos de uniforme y armados hasta los dientes.

En la fachada de un comercio, Jeremy Hiltz, un vecino, colocó una pancarta en la que se lee: “Lewiston Strong” (Lewistong fuerte).

Los habitantes de la ciudad “viven ahora con una sensación de vulnerabilidad de la que no creo que fuéramos conscientes” antes de la tragedia, dijo Hiltz.

Siete personas, una mujer y seis hombres, perdieron la vida en la bolera, ocho en el bar restaurante, a unos doce minutos de distancia, y finalmente tres heridos fallecieron en el hospital.

Testigos que se hallaban en la bolera “Just-In-Time” describieron cómo los clientes se escondían debajo de las mesas y en las máquinas al final de las pistas. “Me tiré encima de mi hija, y mi madre encima mío”, describió Riley Dumont a la cadena ABC.

Una fotografía difundida por la policía muestra a un hombre vestido con una camiseta marrón entrando al establecimiento, con un rifle semiautomático al hombro.

Las autoridades no han comunicado las identidades de las víctimas, pero entre los fallecidos en el restaurante “Schemengees” se encuentra Joseph Walker, de 57 años, que trabajaba en el establecimiento, según declaró su padre a varios medios estadounidenses.

Walker -le contó la policía a su familia- intentó detener al asesino con un cuchillo de cocina antes de caer baleado.

Una nación “de luto”

“Es un día oscuro para Maine”, declaró el jueves por la mañana Janet Mills, gobernadora del estado, al anunciar el elevado número de víctimas.

El presidente Joe Biden deploró un acto “trágico y sin sentido” y ordenó colocar a media asta la banderas nacional en los edificios federales.

“Una vez más, nuestra nación está de luto”, dijo el mandatario, reclamando por enésima vez al Congreso la prohibición de las armas de asalto, un punto en el que demócratas y republicanos discrepan desde hace décadas.

La matanza del miércoles es la peor en Estados Unidos desde la de la escuela Uvalde, en Texas, donde un tirador mató a 19 niños y dos maestros en mayo de 2022.

El país está pagando un precio muy alto por la proliferación de armas de fuego en su territorio y la facilidad con la que los ciudadanos tienen acceso a ellas.

Excluyendo los suicidios, más de 15.000 personas han muerto a causa de la violencia armada desde principios de año en el país, según la organización no gubernamental Archivo de Violencia por Armas.

Maine es uno de los estados con la tasa más baja de homicidios por habitantes. Los 18 muertos del miércoles representan, de acuerdo a la asociación Everytown, más que la media anual de asesinatos por armas de fuego en el estado.

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