Cada 25 de septiembre es una fecha particular. Sobre todo para aquellas lectoras y lectores que recuerdan, con los versos más tristes, la muerte de la poeta Alejandra Pizarnik.
Hace 52 años, Flora, como también le llamaban, se quitó la vida. Entonces no quiso nada más que ir hasta el fondo, tal como dijo en su último poema. Cumplió sus cometido luego de esos otros dos intentos en los que no consiguió largarse al otro plano.
Te podría interesar: La modelo Daniela Álvarez vuelve a las pasarelas en París después de 4 años y con próstesis
Algunos expertos (y otros románticos) le llaman poeta maldita porque comparte ese andar cruento y ruin de los poetas decimonónicos que la historia reconoce como tal gracias al término erigido por Paul Verlaine. Es cierto, sin embargo, que Alejandra, como Rimbaud o Mallarmé, vivió en París. Algo, finalmente, les hermana.
Su obra es vasta, pese a que sólo cumplió 36 años. (En eso también se parece a los malditos.) Entre 1955 y el año de su muerte, escribió 13 obras entre poemarios, una obra de teatro y La condesa sangrienta, un relato histórico brutal que narra la vida de Isabel Báthory.
Aunque son reconocibles sus letras —sobre todo en verso– en títulos como La tierra más ajena, Árbol de Diana y Extracción de la piedra de la locura, son los volúmenes que vinieron luego los que ayudaron a crear con más intensidad esa sacralidad alrededor de su figura triste de poeta bohemia y opaca, pesimista.
Te podría interesar:
Las coordenadas de ese falso culto se marcan a partir de Correspondencia Pizarnik (1998), Obras completas (2000), Poesía completa (2000), Prosa completa (2002) y sus Diarios (2003).
Sobre estos últimos, valdría recalcar que son las letras donde hallamos a una Pizarnik de cuerpo entero. No importaron ni siquiera los intentos de sus albaceas por esconder a esa Flora sin filtro, entregada y transparente, que escribía con todo el cuerpo sobre su sexualidad y sus deseos, asimismo de sus dolores y esas heridas hondas. Todo, pese a las exigencias socioculturales de la época que le obligaban a la discreción.
Además de haber compartido un círculo de amistad y camaradería con coetáneos suyos como Octavio Paz y Oliverio Girondo, solo por mencionar un par, tradujo estando del otro lado del Atlántico a figuras como Antonin Artaud y Aimé Césaire. Influenciada, claro, por esos faros que le acompañaron en su formación, dígase Proust, Mallarmé, Michaux o Joyce.
Te podría interesar: Lanzan tema inédito de José José de 1978
Finalmente, quizá para cerrar el círculo o abrir un nuevo sendero, la editorial Penguin Random House dio a conocer que publicará Una traición mística, libro que reúne su prosa menos conocida. Podrá adquirirse en Argentina en diciembre próximo y en México durante los primeros meses de 2025.
DG