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Para EAZ

“La ceguera física impide ver. La ceguera ideológica impide pensar”

Octavio Paz.

 

Estamos viviendo una revolución social a nivel mundial de enorme calado que se da en un contexto de convulsión por la imposición de ideologías de todo tipo y forma. La política ha pasado a un segundo plano, la discusión y el diálogo han sido suplantados por el autoritarismo y la polarización. Sólo sabemos que esta revolución es irreversible.

En muchos países la democracia ha llevado al poder a líderes carismáticos unidos a movimientos señalados como populistas, sin importar si estos son de izquierda, derecha o de corte ultraliberal. En todos estos movimientos la libertad está amenazada.

Las revoluciones son consecuencia de la injusticia, la pobreza, la inequidad o el autoritarismo y abanderan causas que, siendo legítimas, han derivado en ocasiones en abusos y en un inmenso sufrimiento para muchas naciones.

La actual revolución social global fue vista en un inicio con desprecio, como una suerte de “movimientos locales pasajeros” que terminarían rindiéndose a la globalización económica impulsada por el neoliberalismo de los 80’s y 90’s. Las promesas de justicia y equidad no se cumplieron y si bien algunos beneficios de la “nueva modernidad” sí fueron transversales, la brecha entre ricos y pobres se hizo aún mayor.

Las reivindicaciones sociales se transformaron en movimientos sociales cada vez más extremos y con ellos apareció el primer ingrediente necesario para una revolución: Un enemigo identificable al que hay que exterminar. La polarización social estaba servida a nivel global.

Las revoluciones suelen identificarse tarde y mal, se confunden con revueltas sin futuro y cuando por fin se reconoce el problema ya es demasiado tarde para solucionarlo, con un factor agregado: Nadie puede predecir cómo terminará una revolución, y menos una revolución social global como la que estamos presenciando.

¿Podemos negar que hoy se vive una revolución social en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Israel, Argentina, Brasil, India y sin duda en México? En estos y muchos otros casos, se da la presencia de fuertes liderazgos personales apoyados en movimientos populistas de gran arraigo. Los líderes e ideologías predominantes se caracterizan por tener un lenguaje violento, excluyente, legitimista, rígido y dogmático. No admiten ni críticas ni cambios.

Los adeptos a estos movimientos suelen ver todas las virtudes, reales o ficticias, del líder. Sus adversarios suelen ver todos los defectos del líder, reales o ficticios. Todo o nada, es la consigna. Las aparentes diferencias de estos líderes y movimientos se reducen al enfoque ideológico. Las formas son muy similares.

Lo que más los identifica a estas ideologías es la exaltación de “la causa” por encima de la libertad y aquel opositor que antepone el discurso de la libertad es señalado de inmediato como reaccionario o traidor. Esto no es nuevo, fue una condición de las revoluciones históricas más relevantes: Francia, Rusia y México. Antes se les asesinaba, hoy se les suprime socialmente.

La política está relacionada con la filosofía y la comprensión fundamental de la realidad. La ideología busca justificar e imponer una visión particular de la nación y del mundo. La democracia, con todas sus imperfecciones y errores, es contraria al autoritarismo. La ideología no concibe su existencia sin un líder carismático y autocrático.

Esta revolución global, transversal e híper comunicada ya está en marcha y a pesar de la incertidumbre, más nos vale no negarla.

 

  @Pancho_Graue

  fgraue@gmail.com

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