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Los mercados enfrentan un escenario lleno de incertidumbre y volatilidad, dado que las próximas decisiones de política monetaria de la Fed y el Banco de Japón marcarán el ritmo para los inversionistas, especialmente aquellos que observan de cerca el comportamiento del peso mexicano. Sin embargo, a pesar de la anticipación en torno a estas medidas, la pregunta fundamental es: ¿Cómo afectan realmente estas decisiones a la economía mexicana?

En primer lugar, hablemos de la Fed. Esta semana se espera que baje su tasa de interés, lo que no es sólo una señal de alivio frente a un crecimiento económico más lento, sino también una estrategia para evitar una recesión. ¿Pero qué significa esto para el peso mexicano? En teoría, un recorte en las tasas de interés puede fortalecer al peso, ya que los inversionistas buscan mejores rendimientos en otros mercados emergentes, como el mexicano, donde las tasas de interés suelen ser más altas; pero esta relación no es automática ni lineal.

Por otro lado, el Banco de Japón, enfrenta su propio dilema. Después de haber sorprendido a los mercados con un aumento en los costos de endeudamiento a principios de agosto, la economía japonesa sigue lidiando con una inflación moderada y un crecimiento económico incierto. Por lo que si bien es improbable que mueva su tasa de interés, cualquier señal de endurecimiento futuro podría generar nerviosismo, afectando indirectamente a monedas como el peso mexicano.

Ahora bien, al ciudadano común ¿Cómo le afecta todo esto? La fluctuación del peso frente al dólar tiene un impacto directo en la inflación. México, como país dependiente de las importaciones, especialmente de bienes esenciales como alimentos y combustibles, ve cómo cualquier depreciación del peso encarece estos productos. Por lo que un peso débil significa que los alimentos importados, los productos electrónicos, y hasta los insumos industriales se vuelven más caros, impactando directamente en el bolsillo del consumidor, generando presión inflacionaria en productos básicos.

Por otro lado, la apreciación del peso, si bien puede parecer beneficiosa, no siempre se traduce en un alivio para el consumidor. En un contexto donde los salarios reales no aumentan al mismo ritmo que los precios de los bienes y servicios, una moneda más fuerte no necesariamente implica una mejoría en el poder adquisitivo. De hecho, una apreciación excesiva del peso podría dañar a los exportadores, reduciendo su competitividad en mercados internacionales, lo que a su vez podría afectar el empleo en sectores clave de la economía.

Frente a tales consideraciones, no cabe duda que lo que sucede en los Bancos Centrales de otros países puede parecer lejano, aunque no lo es. Sin embargo, hasta ahora el peso ha demostrado resiliencia en tiempos de incertidumbre. Por lo que la agenda económica de México deberá centrarse en mitigar estos efectos para así fortalecer el mercado interno y atraer inversión extranjera para ofrecer cierta estabilidad en medio de la tormenta.

 

Consultor y profesor universitario

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