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La minoría más numerosa en México son las personas discapacitadas. De acuerdo al censo 2022 realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en nuestro país hay 20.8 millones de mexicanos que viven con alguna discapacidad o limitación. Se trata nada menos que del 16.5% de la población, millones de seres humanos que por generaciones han sido excluidos, segregados e invisibilizados que todos los días luchan desde su respectiva trinchera pidiendo a gritos ser aceptados, integrados e incluidos.

Pero nuestra clase política ni los ve ni los oye…

Recién concluyeron los Juegos Paralímpicos de París 2024 y nuestra heroica delegación mexicana, como ya nos tienen acostumbrados, volvieron a poner en lo más alto el nombre de México y nuestro lábaro patrio al obtener un total de 17 preseas: tres de oro, seis de plata y ocho de bronce, que si bien es cierto se quedan cortas con las 22 que se obtuvieron en Tokyo 2020 y las 21 de Londres 2012, son un contundente manifiesto de que estos aztecas superdotados siempre cumplen y le ponen el ejemplo tanto a los federativos como a los atletas convencionales.

En total, de las 14 justas paralímpicas que se han celebrado a lo largo de la historia, a partir de los juegos de Heidelberg 1972, en Alemania, nuestros atletas adaptados han conquistado la friolera de 328 medallas: 107 de oro, 97 de plata y 123 de bronce. ¡Ellos sí cumplen, no ponen pretextos y siempre dan resultados! Sin embargo, a diario, desde la parte gubernamental, son despreciados, menospreciados, les pichicatean los apoyos y las becas, y los tratan como si sus logros no fueran relevantes.

Como cuando en 2004, tras la culminación de los Juegos Paralímpicos de Atenas, justa en la que México conquistó 34 medallas, la cínica y corrupta Ana Gabriela Guevara Espinosa, hoy convertida en la directora de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), haciendo uso de la ignorancia y la arrogancia que la caracterizan, dijo que no era justo comparar a los atletas convencionales con los atletas paralímpicos porque las competencias de los segundos son más fáciles y ahí es más sencillo ganar una medalla.

Veinte años después de esa declaración, la sonorense sigue exhibiendo la peor discapacidad que puede presentar un ser humano y para la que no hay cura alguna: la del alma.

Siempre nos sentiremos orgullosos de que existan mexicanos de excepción, como son el tritón tapatío, José Arnulfo Castorena Vélez, quien a 24 años de distancia de haber conseguido su primer oro en Sidney 2000, en París 2024 se volvió a colgar la medalla dorada; el joven nadador guanajuatense, Ángel de Jesús Camacho Ramírez, quien en esta ocasión se convirtió en el máximo ganador de nuestra delegación al obtener tres medallas (una de plata y dos de bronce) en la piscina francesa o la legendaria halterofilista capitalina, Amalia Pérez Vázquez, quien a sus 47 años puede presumir lo que muy pocos: ha ganado medalla en siete juegos paralímpicos consecutivos. Desde Sidney 2000,  hasta París 2024 (cuatro oros, dos platas y un bronce).

Pero eso sí, el presidente López Obrador ya adelantó que el próximo 17 de septiembre se reunirá con nuestros 14 héroes paralímpicos para hacerles entregas de sus premios y, de paso, para colgarse de sus triunfos deportivos, los cuales, habría que recordarle al tabasqueño, son sólo de ellos y de aquellos que verdaderamente los han apoyado.

 

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