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El mundo sigue haciendo piruetas para que éste no estalle en las manos. Los ataques de Irán a Israel primero y la respuesta judía al país persa después, suponen la excusa perfecta para comenzar una guerra a gran escala y de consecuencias incalculables. Ambos tienen armamento nuclear y un conflicto de esa naturaleza abocaría a una extensión por toda la región con un número indefinido de víctimas.

Israel ha respondido de manera calculada y controlada. Los ataques cerca de instalaciones nucleares iraníes llevan un claro mensaje. Tienen la capacidad suficiente como para llegar y tal vez neutralizar el sofisticado armamento nuclear persa.

Detrás de todo este movimiento israelí está Estados Unidos. La administración de Joe Biden se está jugando el tipo y la reelección el próximo mes de noviembre. Si el conflicto se extendiera y fuera a una mayor escala Biden podría perder las elecciones del próximo mes de noviembre.

Las cancillerías occidentales y de Oriente Medio echan chispas estos días para convencer a ambas partes de que la sangre no llegue al río – y la sangre en todos los sentidos – también en la economía. La administración Biden intenta persuadir a Omán y a los Emiratos Árabes Unidos de que no dejen a Irán que cierre el Estrecho de Ormuz, una porción de mar por donde pasan el veinticinco por ciento de los cargueros petroleros que abastecen a gran parte del planeta y cuya dirección pasa por Irán.

Vivimos momentos muy complicados donde todos podemos jugarnos mucho. El tiempo lo dirá.

 

    @pelaez_alberto

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