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I

Fue en 1844 que José Zorrilla estrenó Don Juan Tenorio, una de las adaptaciones más afines del mito de Don Juan, en el Teatro de la Cruz –ese mítico recinto que albergó, en su tiempo, a Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca–. Mirando hacia atrás, es fácil reconocer el paso el tiempo desde su concepción, pero la sorpresa no es esa evidencia, sino que las adaptaciones sigan teniendo lugar. Así, aquella obra clásica, es traída nuevamente por Noé Alvarado, ahora con el nombre propio de Don Juan Tenorio… Y el precio es la vida.

Es el Instituto Cultural Helénico el espacio que albergará esta producción de Ágora Compañía Teatral por sexta ocasión, una vez más sin adaptaciones, es decir, dando cabida a la originalidad de la obra, desde el respeto máximo al verso clásico y el desentrañamiento de la figura romántica de Don Juan.

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II

Justo en una apuesta de gran vuelo entre Don Juan y Don Luis Mejía que comienza el desenfreno aquel ambientado en la vetusta Sevilla. Específicamente en el Laurel de Buttarelli. La masculinidad desencarnada de ambos desemboca en una fricción que ha de cesar sí o sí sólo con el conteo de sus hazañas como hombres que conquistan y matan. Como era de esperarse, es Don Juan quien ha ganado esta vuelta. Pero Mejía no está dispuesto a que las cosas se queden de tal forma, con el como el vencido. Así, este último decide proponer una nueva apuesta: “una novicia que esté para profesar”, a lo que Don Juan acepta encomienda y encima amenaza con quitarle a su prometida.

Es sólo el principio – que asemeja un fin cantado en verso– de todo el viaje desmedido de aventuras de Don Juan, quien no sólo anda tras las novicias, sino que se dice enamorado de Doña Inés de Ulloa, hija de Don Gonzalo, quien luego irá a buscarle para matarlo, cuando se entere que el primero ha ido a embelesar a su hija, cosa que ha de conseguir con éxito por sus habilidades.

Más tarde, o más temprano, este embrollo se resuelve (o no) y eclipsa entre el retorno de Don Luis Mejía cuando escapa de la cárcel, por la intervención de Brígida, Doña Ana y Lucía, quienes responden a los caprichosos deseos de quien ofrezca mínima recompensa a cambio. Para saber de Don Juan, será necesario asistir a una nueva revisión de su agitada vida.

III

Debido a la rareza de su representación fiel, ver esta obra dirigida por Noé Alvarado resulta una bocanada de aire fresco. No sólo por el hecho per se, sino también por la afinidad y el tino de representación de Diego Thomé, quien hace de Don Juan, a quien se suman nombres tales y experimentados como el de Lorena Rodríguez (Doña Inés), Jorge Garibay, Esteban Montes, Rodrigo Ferrero, Anahí Suárez, entre otros que, en conjunto, suman los 27 actores en una escena al aire libre, en su primera parte y en un espacio más íntimo en su complemento.

Pensaba, alejado de cualquier comentario socarrón, en que la duración hubiera podido ser un factor determinante en el disfrute, pero fue un error descomunal, pues el ritmo, las voces y el manejo quirúrgico de la obra no dan pie a las turbulencias. El tiempo pasa y pasa bien. Ni siquiera la contaminación auditiva que arrojan los vehículos y los ruidos ajenos logra quebrar la burbuja. Pienso, finalmente, que la adecuación versada de esta representación no acomoda sólo en los diálogos, sino también en la convergencia natural entre la puesta en escena y el público que apenas toma una silla y guarda silencio, se transporta al dinamismo religioso, arrebatado y romántico de la vieja Sevilla. No: sueño o realidad, del todo anhelo / vencerle o que me venza…

Don Juan Tenorio… Y el precio es la vida se presentará viernes, sábados y domingo del 27 de octubre al 19 de noviembre. Foto: Instituto Cultural Helénico.

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