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​Enfilado en lo que podemos entender como la recta final de su gestión, pues ya está a sólo 207 días de distancia de entregar la banda presidencial a su sucesora (Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, eso lo sabremos el lunes 3 de junio), Andrés Manuel López Obrador nos dejará a todos los mexicanos un legado impregnado de ambigüedades e incertidumbres cuya única constante fue, desde su primer día, recargarse en la estrategia política más ordinaria que existe: prometer, prometer, prometer… y no cumplir.

Así es, nuestro Presidente en turno, más allá de sus obras emblemáticas -su aeropuerto sin vuelos y sin pasajeros, su refinería que no refina y su tren que funciona un día y se descompone al siguiente-, las cuales sólo han servido como campañas de humo mediáticas, llevó la promesa politiquera a extremos patológicos inimaginables. Total, pues como dice el refrán “Prometer no cuesta nada, cumplir es lo que aniquila”.

​Y como si se tratara de la chistera de un mago, cualquiera de nosotros puede meter la mano y va a sacar infinidad de promesas presidenciales incumplidas.

La más “sobada” de todas sus promesas es, sin duda, aquella de que durante su mandato México tendría un sistema de salud como el de Canadá, el Reino Unido o Dinamarca.

Lo dijo en 2019, lo volvió a decir en 2020, lo repitió en 2021, insistió en ello para 2022, llegamos a 2023 y nada de nada. Un sueño guajiro que simplemente se quedó en eso. Total, a él lo atienden los mejores especialistas militares y su familia puede ir a los mejores hospitales de Estados Unidos.

¿Alguien recuerda las promesas de que desde el primer día de su gestión los narcotraficantes abandonarían las filas de la delincuencia organizada para subirse a tractores para arar la tierra y que la gasolina costaría diez pesos el litro? Pues tampoco. Ninguna de esas dos promesas llegó al plano de la realidad.

​Por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con el cuento chino del internet gratuito en todo el país? Enésima promesa incumplida, enésima arenga populista que se quedó en una simple broma con eso del Internet del Bienestar a cargo de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

​¿O, qué tal esa promesa de campaña (también incumplida) de que al llegar a la Presidencia se erradicaría el nepotismo? ¡Sí, cómo no! Ésta es una de las mayores burlas de López Obrador al pueblo bueno y sabio, pues hoy por hoy en la administración pública hay una infinidad de clanes familiares colgados de la teta presupuestal.

Y para botón de muestra  ahí tenemos a la propia familia del Presidente (sus hermanos, su prima, sus hijos y los primos de éstos), a los Alcalde Luján, a los Taddei Arreola, a los Concheiro Bórquez, a los Batres Guadarrama… el etcétera es extenso. La verdadera monarquía del bienestar.

​Y la reina de todas sus promesas incumplidas, a propósito del “ataque” de anteayer miércoles a la puerta del Palacio Nacional ubicada en la calle de Moneda mientras el Presidente ofrecía su conferencia mañanera: esclarecer el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ocurrida el 2 de octubre de 2014.

Se reunió en infinida de ocasiones con los padres de los estudiantes, los miró a los ojos, empeñó su palabra y les prometió justicia. Pero a ellos también les mintió.

​Ojalá que sí cumpla con la promesa de que al acabar su mandato se irá de vacaciones permanentes a su rancho de Palenque, en Chiapas.

 

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