Por Eduardo López Betancourt
En la actualidad, el Estado otorga apoyos económicos sin una explicación clara ni una justificación suficiente. Al alcanzar determinada edad, por una especie de “regla automática”, se entrega de manera bimestral una cantidad únicamente por haber cumplido el requisito etario. De igual forma, se conceden recursos a mujeres que afirman vivir solas o se presentan como madres solteras, algo que resulta sencillo de acreditar, pues basta su dicho; a personas con discapacidad; a niños sin estimulación adecuada, así como a estudiantes, quienes por el solo hecho de solicitarlos reciben estas “dádivas”.
El caso más preocupante es el de los llamados Jóvenes Construyendo el Futuro, programa en el que, supuestamente, los beneficiarios deben trabajar. En la práctica, dicha obligación suele ser una simulación y, pese a no realizar actividad alguna, el Estado les concede beneficios económicos considerables.
Resulta difícil encontrar una familia en la que no se perciban apoyos por conceptos diversos. Incluso, existen hogares donde ambos padres reciben una cantidad relevante; a una hija, aun cuando esté casada o en unión libre, se le hace pasar como madre soltera, y a uno o dos hijos que no estudian ni trabajan se les registra como beneficiarios. De esta manera, en algunos casos, el ingreso mensual proveniente de estos programas puede alcanzar cerca de 20 mil pesos.
En lo personal, he rechazado y seguiré rechazando cualquier apoyo institucional, pues no lo necesito; sin embargo, es evidente que no todos comparten esta postura. Comprendo que este esquema de ayudas responde a decisiones políticas, pero considero que dichos recursos deberían destinarse, e incluso incrementarse, para quienes verdaderamente los requieren. Es indispensable que estos sectores cuenten con servicios médicos de calidad, acceso a medicamentos y educación adecuada.
Los beneficios existentes no deben eliminarse ni reducirse; no obstante, sí es necesario regularlos y orientarlos con mayor rigor. México ha dado un paso importante al brindar respaldo económico a su población en situación de necesidad, pero ello no debe conducir a excesos ni a descuidar aspectos esenciales como la salud, el abasto de medicinas y la educación.
En otros países, la seguridad social constituye un pilar fundamental, pero se dirige principalmente a quienes la solicitan por causas específicas, en especial el desempleo. Este enfoque merece ser analizado en México, ya que resulta inaceptable que una persona prefiera la inactividad antes que el trabajo. Por ello, es fundamental que la investigación y el trabajo social determinen quién requiere realmente apoyo, y no limitarse a criterios meramente aritméticos, como la edad o declaraciones falsas, que convierten a algunos en beneficiarios de recursos que podrían destinarse a necesidades más urgentes.
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