Jesús Ociel Baena Saucedo: un faro de transformación más allá de la binariedad
En la historia reciente de México, pocas figuras han encarnado con tanta valentía y claridad la urgencia de repensar las categorías de género como Jesús Ociel Baena Saucedo, su paso por la vida fue breve, pero su huella, profunda como la de un faro enfrentando tempestades, transformó instituciones y conciencias, como magistrade no binarie, activista incansable y académico, Ociel no solo rompió barreras simbólicas, demostró que su existencia podía reconfigurar las reglas mismas del reconocimiento legal y social.
Nacide en Saltillo en diciembre de 1984, Ociel Baena Saucedo desde muy joven combinó pasión intelectual con un sentido innato de justicia, estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, donde también cursó una maestría en Derecho Constitucional y Políticas Gubernamentales y más tarde obtuvo un doctorado en Derecho; esa formación robusta, acumulada con rigor y convicción, le permitiría proponer, desde dentro del sistema, cambios radicales para quienes, como elle, no cabían en las estrechas divisiones binarias tradicionales.
El logro más visible, sin duda, fue su nombramiento como magistrade del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes en octubre de 2022, no fue simplemente un ascenso en la jerarquía institucional: fue un hito histórico. Ociel se convirtió en la primera persona no binaria en ocupar una magistratura electoral en México y en América Latina, era un triunfo simbólico y real, la materialización de una identidad insistente que no pedía permiso para existir.
Pero su aportación no se quedó en títulos, Ociel usó su posición para impulsar reformas concretas: promovió baños inclusivos en espacios institucionales, defendió lineamientos para que las personas LGBTIQ+ participaran plenamente en los procesos internos del tribunal y exigió el respeto al uso de lenguaje inclusivo. Por otro lado, se alzó también por el derecho al reconocimiento administrativo: fue la primera persona en México en obtener un acta de nacimiento no binaria, así como un pasaporte con casillero no binario, estos logros son mucho más que gestos simbólicos: son garantías legales que permiten a las personas no binarias afirmarse y circular con dignidad en la vida pública.
Para Ociel, la binariedad no era una abstracción sino una limitación concreta, en sus propias palabras, señaló que romper con la dicotomía “hombre o mujer” no era simplemente un capricho, sino una liberación; vestía falda, tacones e incluso se maquillaba, no para escandalizar, sino para visibilizar que uno puede ser todo aquello que el sistema dice que no cabe, su imagen se volvió un manifiesto: su cuerpo, su presencia, reclamaban su lugar y, por extensión, el de muches otres que la sociedad marginaba.
La relevancia de su lucha también se medía en el impacto social, Ociel se convirtió en un referente para la comunidad LGBTIQ+ en México, su visibilidad en redes y espacios institucionales alentó a otras personas a no esconderse, a pedir el reconocimiento que históricamente les ha sido negado, en un país donde la violencia por motivos de identidad de género es una amenaza persistente, su valentía era un acto político, con cada pronombre que reclamaba públicamente, con cada paso en tacones en los pasillos del tribunal, Ociel demostraba que la inclusión no es una concesión: es una necesidad estructural.
La muerte de Ociel, en noviembre de 2023, conmocionó a muchos, fue hallade sin vida en su casa de Aguascalientes, junto a su pareja sentimental, con heridas de arma blanca, el hallazgo disparó múltiples preguntas y provocó un profundo dolor, especialmente entre quienes veían en elle un símbolo de esperanza. Las investigaciones oficiales han sido objeto de escrutinio, pues su asesinato no solo representa una tragedia humana, su identidad, su lucha, lo hacían vulnerable en un contexto de discurso de odio.
Pero más allá de las circunstancias trágicas, el legado de Ociel permanece vivo y su vida es un llamado a cuestionar las normas que dictan quién puede existir, cómo debe vestirse, qué pronombres puede usar y qué instituciones puede alcanzar; su activismo no era un reclamo individual, sino colectivo: abría puertas para todes quienes habían sido relegades por un sistema rígido.
Hoy, cuando miramos su figura, no vemos solo a un pionere, sino a un ejemplo moral, la valentía de Ociel enseña que la transformación no siempre sucede en la calle como protesta masiva; a veces florece dentro de las salas solemnes de tribunales, no es necesario renunciar a la formalidad para ser revolucionario; su vida lo demuestra, nos deja también una lección de vulnerabilidad: que la visibilidad implica riesgo, que alzarse puede costar la vida, pero que la cobardía cuesta más.
En el clamor por justicia tras su muerte, muchas personas alzan la voz para que su caso no sea solo una estadística, su figura se convierte en símbolo de la urgencia de proteger a quienes son disidentes de las normas de género, su memoria inspira iniciativas legales, políticas y sociales para consolidar los derechos de las personas no binarias y, por ende, fortalecer la democracia.
Jesús Ociel Baena Saucedo no solo rompió la barrera del género: levantó un puente hacia un futuro más incluyente, más justo, aunque ya no esté físicamente, su estela resuena: nos recuerda que la dignidad es una lucha, que la identidad no es una concesión y que la justicia verdaderamente republicana solo será posible cuando todas las personas puedan nombrarse y ser reconocidas como son, en ese sentido, su vida fue un acto de coraje; su legado, una invitación a continuar la batalla por la plena igualdad.
