Más vale amenazar que sentirse amenazado. Más vale amedrentar antes de que te amedrenten. Esa es la táctica que está utilizando el presidente ruso Vladímir Putin.
Primero fue el lanzamiento del misil nuclear 9N730. Ocurrió hace pocos días. Su capacidad es letal: tiene un alcance de más de quince mil kilómetros y es indetectable. Posee un moderno sistema autónomo de guiado inercial y de orientación e interferencia. Y es capaz de evadir muchas zonas de defensa antimisiles de un enemigo potencial.
El ensayo marcó un punto de inflexión. Todos alzaron la voz —empezando por Estados Unidos—, pero Putin no hizo caso.
Ahora hemos conocido el nuevo y poderoso misil balístico Sarmat. Este misil no tiene parangón en el mundo y es capaz de alcanzar velocidades hipersónicas, cambiando la trayectoria en rumbo y altura para que ningún sistema de defensa pueda interceptarlo. Su alcance es de dieciocho mil kilómetros y su carga útil, de diez toneladas.
Tanto en un caso como en el otro, los descubrimientos del arsenal que ostenta Putin son para echarse a temblar.
Todo ello lo hace en un momento en que todos miran con mucho recelo a Vladímir Putin y a Rusia. Claro que el imperio de los zares ha sacado las uñas a tiempo. No parece que nadie quiera tener una guerra con un enemigo tan mortífero. Posee más de seis mil ojivas nucleares, la gran mayoría letales.
Rusia no tiene prisa en nada ni ante nadie. La guerra con Ucrania parece que puede eternizarse. Y Putin puede esperar. Tiene más que ganar que perder.
@pelaez_alberto
