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Las elecciones locales en EU dejaron algo más que una buena racha demócrata, mostraron una radiografía del ánimo bajo el segundo mandato de Donald Trump; pues lo que parecía un mero trámite, exhibió el reacomodo de un país que oscila entre la fatiga del conflicto y el deseo de estabilidad.

Sin embargo, la contundencia de los resultados no se explica sólo por la debilidad de los adversarios, sino por el hartazgo ante la política del escándalo. En Virginia y Nueva Jersey triunfaron candidaturas que capitalizaron una idea simple: gobernar con moderación. Ese voto —más emocional que ideológico— recordó que la democracia no puede vivir al filo permanente del choque. De modo que quienes respaldaron a perfiles como Spanberger o Sherrill, en el fondo, buscaron recuperar un tono más civil y previsible.

En el otro extremo, la rebeldía también se hizo sentir. Nueva York vio emerger a Zohran Mamdani como emblema de un descontento urbano que reclama ambición. Su ascenso, aunque mostró cierto ruido, también evidenció sus límites; ya que su idealismo, aunque positivo, difícilmente resonará igual en suburbios de Virginia o en condados industriales de Pensilvania. Aun así, su irrupción parece obligar al Partido Demócrata a definirse con mayor claridad, pues hoy en día no basta con ser contrapeso, hace falta una alternativa clara para un país exhausto.

Como se pudo ver, el telón de fondo es una tensión nacional: prudencia que busca estabilidad vs indignación que exige cambio a través del choque. En ese contexto, para Trump, las elecciones si bien fueron un golpe, no necesariamente se trató de una derrota terminal. Por ello, su respuesta repitió el guión conocido, aunque con rendimientos decrecientes. Es decir, sigue siendo fuerte, pero ya no crece con la misma facilidad.

Además, a esta coyuntura se suma un punto de quiebre institucional con efectos económicos globales, pues próximamente la Corte Suprema definirá si la Casa Blanca puede imponer aranceles al amparo de la IEEPA sin pasar por el Congreso. Esto es relevante, no sólo porque  el fallo definirá, en los hechos, el margen negociador del Ejecutivo y el contrapeso real del Legislativo en materia comercial; sino también porque ese arbitraje conecta con el pulso del electorado que, según el AP Voter Poll 2025, la economía desplazó a la inmigración y al crimen como prioridad para la población.

En ese marco, la doble presión —electoral e institucional— complica la tarea del Partido Republicano de mantenerse en el núcleo. Sus candidatos tienen dificultades para crecer más allá de la base y la agenda que los define, con los aranceles como mecanismo insignia, está en jaque.

Frente a tales circunstancias, no cabe duda que EU no es sólo un país profundamente dividido, es una nación en constante tensión. Entre quienes quieren moderar su democracia para preservarla y quienes quieren radicalizarla para rehacerla. Y aunque la fricción desgasta, posiblemente ahí se encuentra la verdadera esencia de su vitalidad política.

 

Consultor y profesor universitario
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