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Por Sabina Berman

La palabra que más usa el empresario Salinas es Libertad. 

Caminos de la Libertad se llama un premio anual que otorga.

Universidad de la Libertad se llama el instituto que presume de universidad que él fondea.

Y Salinas tomó la hermosa palabra del libro canónico de la Derecha internacional, Caminos de servidumbre, escrito por Friedrich Hayek. 

¿Qué significa la Libertad para Hayek y sus seguidores de Derecha?

Nada de tiempo libre, nada de multitud de opciones para cada uno: los filósofos de la tribu humana se fueron a dormir cuando Hayek acuñó su teoría de la Libertad.

Para Hayek la Libertad significa algo bastante estrecho. Que los empresarios realicen negocios sin ningún tipo de restricciones impuestas por el Estado.

Allá por 1944, el filósofo judío-alemán pensó que liberados de restricciones como pagar impuestos o cumplir con derechos laborales, los empresarios multiplicarían sus fortunas, y luego, de forma natural, esa riqueza gotearía a sus trabajadores, beneficiando al total de la sociedad.

Puesto que el modelo fue abrazado por el mundo occidental a partir de los años 80s del siglo pasado, en México a partir de 1988, podemos hoy contrastar su promesa con sus resultados.

Sí, los empresarios cuatriplicaron la riqueza del mundo occidental en el periodo 1980-2020; pero el dinero no goteó a los trabajadores: sus salarios se congelaron, su poder adquisitivo disminuyó, y se empobrecieron de forma brutal.

Es que el modelo no fue ejecutado con la rapidez y la radicalidad necesarias, han escrito varios economistas.

Por eso hace dos años los ojos del mundo se volvieron hacia Argentina, donde Milei fue electo presidente con el propósito manifiesto de cercenar de inmediato las ramas del gobierno con una motosierra.

Adiós 13 ministerios, para que solo quedarán 9. Adiós subsidios y jubilaciones. Adiós comedores y guarderías gratuitos, y adiós salud pública. Todo al grito de ¡Viva la Libertad, carajo!

Los resultados de ese experimento de Hayek radical también los tenemos ya.

El Gran Capital enriquecido; el 90% de la población empobrecida, entre ella una mitad que ha dejado de comer 3 veces al día; confrontaciones de policías y jubilados cada viernes; y una Argentina que ya dos veces ha tenido que ser salvada de la bancarrota por el FMI y los EUA.

El problema de la teoría neoliberal de Hayek es uno solo.

Que no funciona.

La afirmación no es mía, sino del Premio Nobel Joseph Stiglitz, y está fincada en datos duros.

Es decir, solo le ha funcionado a los grandes capitalistas.

Como precisamente a Salinas, que desde que leyó a Hayek hace 20 años, y enmascarado bajo la hermosa palabra, ha hecho su experimento personalísimo de no pagar impuestos –ha preferido pagar amparos y coimas para no pagarlos; ni tampoco pagar seguros sociales ni vacaciones a sus trabajadores; y cobrar en sus tiendas Elektraporcentajes por préstamos de nivel usura.

Para sorpresa para nadie, se ha enriquecido.

Y hay que reconocerle la audacia de que ahora coquetee con lanzarse a la presidencia enarbolando un modelo económico mundialmente derrotado.

¿Alguien votaría por Salinas, para presidente?

Claro que sí.

Los mismos que siguen comprándole a plazos celulares que terminan por costar cuatro veces su valor original.

Gente que no sabe aritmética.

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