La televisión animada para adultos atraviesa una transición inusual. Tras la polémica salida de Justin Roiland de Rick & Morty y la paulatina fatiga de su fórmula, Adult Swim necesitaba una nueva bandera que mantuviera viva su reputación de irreverencia e innovación. Esa función la cumple Smiling Friends, que acaba de estrenar su tercera temporada con un recibimiento arrollador y una legión de seguidores que crece cada semana.
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El programa, creado por los animadores australianos Michael Cusack y Zach Hadel, sigue las desventuras de Pim y Charlie, dos empleados de una empresa dedicada a “hacer sonreír a la gente”. Pero bajo esa premisa, se esconde una sátira brutal sobre la felicidad, la desesperación y la alienación contemporánea.
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Su universo combina lo digital y lo grotesco, caricaturas de trazo infantil con horrores visuales, distintos e innovadores estilos de animación, voces absurdas y silencios incómodos que rozan en lo filosófico.
La nueva temporada, estrenada el pasado 5 de octubre por Adult Swim y disponible al día siguiente en HBO Max, mantiene el espíritu caótico que la convirtió en fenómeno de culto.
Sus primeros episodios recuperan a figuras clásicas como Mr. Frog y presentan nuevas situaciones donde lo existencial y lo banal se mezclan sin explicación lógica. Además, la serie cuenta con invitados estelares, como el actor Creed Bratton, estrella de The Office, o el youtuber canadiense Joel Haver.
La razón del éxito de Smiling Friends
Más que una secuela, esta tercera entrega parece una expansión de su universo. La animación es más ambiciosa y los guiños meta abundan, desde críticas a la cultura del streaming hasta referencias al propio auge de la serie. Cusack y Hadel afinan su estilo: un balance entre improvisación y estructura, sin perder el caos que define su identidad.
Aunque Smiling Friends evita comparaciones directas, su éxito coincide con la pérdida de impulso de Rick & Morty. Ambas series comparten un público que busca inteligencia disfrazada de absurdo, pero mientras la creación de Dan Harmon apostaba por el nihilismo, esta se siente más emocional y humana en su rareza. En lugar de burla constante, ofrece una ternura extraña, casi melancólica, en medio de la podredumbre estética.
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En una era donde la comedia parece repetirse y los formatos buscan fórmulas seguras, Smiling Friends demuestra que todavía se puede innovar sin perder identidad.
Su éxito no radica en el escándalo, ni en el cinismo, sino en su capacidad de reírse del vacío, sin volverse vacía. Es el recordatorio de que la animación para adultos es uno de los espacios más libres y creativos de la industria del entretenimiento actual.