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Sin demeritar la lucha política contra el régimen autoritario y electoralmente fraudulento de Nicolás Maduro, la decisión de otorgarle el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado Parisca fue un acto político y geopolítico más cercano a la violencia de guerra que al reconocimiento a la Paz.

Una cosa es la definición original que dio a luz el concepto que define al Nobel de la Paz y otra cosa el reconocer que Machado Parisca se encuentra en estos momentos en un debate político-electoral que nada tiene que ver con la paz social. En el pasado, el Nobel reconocía la paz como lo contrario el conflicto bélico de la política.

Y el problema se complicó más cuando la propia activista venezolana le llamó por teléfono al presidente Donald Trump para decirle que el premio se lo habían dado también a él por el apoyo a la lucha disidente en Venezuela que ella representaba, con lo cual se redujo la paz a la disputa por el poder político en conflictos poselectorales y no de representar ideas que definen a la paz como la no-guerra.

El asunto se complica por el hecho de que el gigante geopolítico de Estados Unidos está preparando la invasión militar a Venezuela, en un acto brutal de extraterritorialidad política contra un gobierno establecido, con la intención de destituir al presidente Maduro y de ser posible secuestrarlo en un arresto ilegal para poner en su lugar en el Palacio de Miraflores a un presidente o presidenta que responda a los intereses geopolíticos y de exacción de recursos naturales de Venezuela.

Si acaso en el comité Nobel de Suecia se llegará al absurdo, entonces la activista Machado Parisca debiera recibir el Premio Nobel al golpe de Estado político. La sola presencia pública de la Casa Blanca en la crisis de Venezuela desvirtúa cualquier intención de generosidad política que estaría buscando utilizar un poder supranacional para instaurar la democracia a modo estadounidense en un país del tercer mundo.

 

Zona Zero

En términos geopolíticos, el nombramiento de Alejandro Encinas Rodríguez como embajador permanente ante la Organización de los Estados Americanos cobra importancia porque representa un enfoque nacionalista, progresista y tibiamente de izquierda no radical que podría evitar que Estados Unidos nuevamente convierta a la OEA en el Departamento de Colonias estadounidenses en la región latinoamericana y del Caribe. Es de esperarse que Encinas sea un revulsivo contra los planes imperiales de Donald Trump para los países al sur del Río Bravo.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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@carlosramirezh

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