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Por Ana María Vázquez

Conocí a Elena un año antes de su muerte cuando acompañé a un editor, al que le daba asco verla, pero tenía que hacerlo para que firmara ciertos documentos. Una Elena anciana, rodeada de gatos que vivía de las pocas regalías que podía juntar de sus escritos. Curiosamente la visita se repitió años después por la misma razón, pero esta vez para visitar a Helena Paz Garro en ambas ocasiones me pareció estar viendo a la misma mujer siendo el fiel reflejo de Inés, la protagonista de la novela que escribiera Garro en 1995.

Inés, que se ha dicho es la obra biográfica de Garro frente a un muy machista sistema encabezado por Octavio Paz.

Ayer la presidenta movió muchos recuerdos, hablaba de la malinche, de la misoginia, de la obra de Paz y dijo algo así como: bueno, pero es nuestro Nobel.

Reconocer su machismo, su misoginia no le quita ningún premio, lo mismo que a Hemingway no le quita el genio el que haya sido alcohólico y misógino o a Siqueiros lo brillante aunque haya destrozado la vida de varias mujeres.

La mujer como responsable de todo es el punto toral de muchos “intelectuales” (aunque ahora, con una presidentA lo escondan), pero hoy, en 2025, muchas corrientes reclaman que la mujer permanezca de nuevo en silencio, enterrada, encerrada, sumisa, sometida. Jóvenes (y no tanto) que alegan que el lugar de la mujer está en la gestación y la crianza y no se nos concede ni un ápice de talento porque, según sus palabras, “ya hicimos mucho daño”.

He conocido a muchas Elenas y Helenas, destrozadas por la misoginia, nulificadas por un sistema patriarcal que, por mucho que tengamos presidentA, se niega a morir, y es en el discurso de la ultraderecha donde podemos escuchar a las “buenas conciencias” que son las mismas de los años 40, cuando Paz le negó a Garro el derecho a escribir poesía porque “ese era su territorio”; o cerrarle el camino como pionera del Realismo Mágico porque “era mujer” y las letras serias son territorio masculino, aunque Paz criticara el machismo, y la “herida” y la misoginia, su conducta privada estaba plagada de actos machistas que repitieron sus corifeos de Nexos y Vuelta y que aún fomentan los que quedan vivos (Krauze, Camín y hasta Carlos Marín).

Vuelvo a insistir en lo que he tocado en columnas anteriores, el machismo no se puede abolir por decreto y callar hechos misóginos y machistas porque “es nuestro nobel” no ayuda en nada al proceso.

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