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Alumnos de la UNAM exigen seguridad en todos sus planteles tras ataque en el CCH Sur Escala violencia en Uruapan; amagan con ‘tomar armas’

“Queremos que las escuelas sean lugares de paz, libertad, convivencia, alegría. No queremos violencia”. La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, sintetiza una misión comunitaria incluyente de la salud mental y emocional colocada al centro de la política educativa como condición para la seguridad.

La violencia escolar así sea aislada, mostrada por el lamentable caso en el CCH Sur, no surge de la nada. Se gesta en silencios prolongados, señales ignoradas y un malestar emocional carente de salida. El estudiante, quien con un arma blanca mató a un compañero y agredió a un trabajador, había publicado en sus redes mensajes de rechazo hacia sí mismo y lo venía extendiendo hacia el resto de su comunidad si se asume como significativa su lúgubre reivindicación de un bloodbath.

Antes de estos acontecimientos, el gobierno de la CDMX desplegó en escuelas públicas —a las que podría sumarse la UNAM con los CCH— el énfasis de un acompañamiento psicosocial. Dos programas destacan en esa dirección: Vida Plena, Corazón Contento y Auxilio Escolar.

El primero nació como un esfuerzo de atención integral a la salud emocional de las y los jóvenes. Cuenta con más de 200 profesionales especializados, quienes en 153 planteles ofrecen sesiones individuales y grupales para construir ambientes de paz. Su objetivo es claro: prevenir suicidios, atender la depresión, abrir alternativas de escucha y dar a la juventud un espacio donde la palabra sustituya a la violencia. La posibilidad de extender este programa a los CCH sería un paso decisivo para la salud emocional de las y los estudiantes.

Auxilio Escolar ha demostrado cómo la presencia comunitaria también reduce riesgos. Con servidores públicos a la salida de los planteles, este programa logró disminuir en un 60 por ciento las incidencias en los alrededores de las escuelas. Se trata de una estrategia sencilla y efectiva: acompañar los trayectos inmediatos para que la violencia no se cuele por la frontera entre la escuela y la calle.

Evidencia internacional respalda esta ruta. En Noruega, Portugal y Reino Unido, las políticas educativas han transitado hacia un enfoque de salud mental y bienestar. Canadá con su modelo de “escuelas sensibles al trauma” muestra cómo capacitar a docentes y estudiantes para identificar señales tempranas de malestar. El hilo común en estas experiencias es la convicción de la prevención.

El CCH Sur debe ser punto de inflexión. El agresor no ocultó su dolor: lo expuso en redes y lo acompañó con símbolos que en otros países han anunciado tragedias mayores. De ahí la relevancia de que la política pública asuma la salud emocional como tema prioritario y no accesorio.

La seguridad escolar en la Ciudad de México avanza hacia un modelo integral que entiende la seguridad y la salud mental como dimensiones inseparables. La lección de cuidar la mente es: cuidar la vida debe preceder a la tragedia.

@guerrerochipres

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