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Abdon Garza

Machu Picchu

Parte 2

Para mi amigo, Gustavo de León. Chapulín ??
De Cuzco, -hermosa, añosa y rica ciudad colonial y cultural, patrimonio de la humanidad, puerta del Valle Sagrado en sus 4 puntos cardinales- a Aguascalientes, pueblito que está en las faldas de la montaña y al pie de la ciudad Cristal, hicimos casi 10 horas.

El periplo inició temprano, -en el mes de agosto la temperatura es agradable, entre 14 y 24 grados centígrados- una troca nos recogió al pie de la hermosa y centenaria Catedral frente a la plaza principal, ésta nos llevó al punto de partida, Ollantaytambo, pueblo satélite del Cuzco, al compás del recurrente zigzagueo por una carretera en muy buenas condiciones, -aseguran los nativos que entre octubre y marzo se complican los traslados por las lluvias, los deslaves y los herrumbres- ahí cojimos una Van que nos trasladó, no sin antes disfrutar de un recorrido hermoso de ríos y cascadas, montañas nevadas, tierras sembradas y caseríos multicolores, y después de algunas horas, a una base desértica, en medio de la nada, tipo estación de taxis para rentar una vagoneta Tsuru grisácea y terrosa, descuidada y con las llantas lisas -la inconsciencia de la conciencia- éramos 4 los aventureros, más un muchacho flaco pero avispado chofer andino y una pareja de tórtolos y jóvenes franceses a los cuales les dimos raid, o sea, 7 irresponsables rumbo al destino manifiesto, entre carrillas y chascarrillos, cantos desafinados y memorias entrecortadas, nos cuestionabamos ¿cómo pudo nuestro guía montarnos en este trance al escatimar varo para conseguir algo menos peligroso?

Tampoco le pregunté a mi hermano el ¿porqué esa Van no siguió el sendero hasta el final? igual era lo pactado y lo que estaba disponible; así atravesamos unas montañas rocosas, gigantes y estrechas, cual si fuera parte de la enorme cordillera de Los Andes, una ruta en extremo delgada y de doble vía, con vista al voladero, haciendo más complicado el camino pero la adrenalina y el destino mandaban y le dimos, después de cruzar y descender de estos enormes riscos gemelos a ras del pedregoso y sinuoso trazo para llegar al paso infranqueable de una vía de ferrocarril, última parada pues ya no había ruta que seguir por lo que descendimos de la vagonetita, escuchamos instrucciones, observamos y previmos el final del viaje dándole a la caminata de 10 kilómetros para llegar al pueblo hidrocálido por la única vía disponible, la ferroviaria.

Así con decisión y emoción caminamos a buen ritmo, disfrutando de la vegetación, puentes, riscos y arroyuelos, para llegar con la puesta de sol, no sin antes hermanarnos en el andar con holandeses, inglesas, y la parejita de chavales franceses. Así arribamos y nos dirigimos directo a un bar a beber cerveza -cusqueña, clara y ámbar- y comer algo,

-Cuyo … sí pero en otro momento-después nos instalaríamos en un hostal para ascender temprano, a las cinco de la mañana a la montaña, esto por el servicio de camiones tipo ómnibus lo cuales salen cada 20 minutos por la demanda del turismo, ya con boleto en mano -20 dólares- sin problema, ahí nos enteramos que para los jóvenes y adultos avezados, sin presupuesto y con muchos wewos, pueden ascender y descender sin costo alguno por una escalinata interminable -stairway to heaven- rumbo al paraíso de la montaña vieja… Machu Picchu, para entrar a esta tierra mística creo recordar que pagamos 30 dólares por persona, sin embargo no preciso el costo total de este viaje pero debió ser el económico pues el traslado por tren -228 kms- debe costar en promedio entre 100 y 200 dólares viaje redondo por persona, de facto nuestro regreso fue por tren, rápido, seguro y entretenido, aunque exento de la inolvidable aventura terrestre. -tanto lo fue que después de 14 años lo recuerdo nítidamente a la perfección- La distancia de Cusco a Machu Picchu lineal son 75 kilómetros, el que hicimos nosotros debió ser de 250 a 300 kms. el camino inca se hace en 40 kms y ocupa varios días de expedición y preparación, se hace a pie y sorteando las bondades y dificultades del Valle.
Después de apearnos al bus y subir a la montaña culebreando y salir de la estación con las primeras luces del día y neblina de por medio, la imagen que aún persiste en mi mente y una de las más bellas que he visto es precisamente mirar los dos picos de montaña, la
nueva y la vieja, que atestiguan la belleza de las piedras simétricas que dibujan un fortín de casas y espacios abiertos amalgamados con un pasto intensamente verde – todavía no masticaba la hoja de coca- y en variados desniveles que le dan una poderosa fuerza a los estímulos sensoriales. Caminarla, respirarla, tocarla, hablarla y admirarla fue el colofón del libreto. De hecho la estampa de lo que pretendo describir es la fotografía icónica que le ha dado la vuelta al mundo como la ciudad descubierta en los albores del siglo XX, primero en 1902 por Agustín Lizárraga, un agricultor y explorador peruano, luego en 1911 por el explorador estadounidense Hiram Bingham responsable de que el mundo supiera de esta joya inca nunca antes vista, la que resiste al paso del tiempo y del hombre, y que afortunadamente el pueblo y gobierno peruano se han esmerado en conservar. Una de las octavas maravillas del mundo.

Mi compadre, Chapulín, estuvo apuntado para esta aventura pero al tiempo, Gustavo, su otro yo, desistió…
AGV

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