Parecen gestos pequeños, tan cortos como el apellido. Pero potentes en la misma proporción.
El martes, en la lista de nombres que aparecieron en la arenga por el aniversario del inicio del movimiento de Independencia, la presidenta Claudia Sheinbaum mencionó a varias mujeres, protagonistas que no habían sido nombradas frecuentemente.
Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Manuela Molina, heroínas anónimas. Colocarlas en las arengas otorga un lugar que tenían, pero que no había sido nombrado.
Razones para eso hay un montón, la jerarquía de esos tiempos donde la narrativa era de los hombres porque ellos ostentaban el poder y contaban la historia, esa tradición que se iba pasando sin ser tan cuestionada. Y tampoco es justo hacer un juicio de reglas o costumbres pasadas con criterios actuales, nunca salen bien libradas las circunstancias sin contexto.
La lista que las incluye es una buena noticia y marca muchas primeras veces para las mujeres. Pero la que más me llamó la atención fue Josefa Ortiz Téllez Girón, por primera vez sin el apellido de casada.
Lo revolucionario de esto es el peso que le dio a la mujer por ella misma. Fue un gesto simple, pero removió mucho. Quizá como recordatorio que los avances de los derechos de las mujeres son algo que tiene que sostenerse todos los días.
Es cosa de ver los años y las ganancias de derechos, si bien tienen su historia, podríamos pensar que son relativamente recientes y no podemos dejar de lado la amenaza que representan los intentos de la ultraderecha de hacer que el papel de las mujeres vuelva a ser solo el de esposas, de madres sin una posibilidad de elección de futuro.
Hasta 1974 se les dio pleno uso de sus derechos políticos, sin excepciones, con una disposición en las leyes que se integró en la Constitución. Es decir que tiene poco más de 50 años el que las mujeres pudieran tomar espacios políticos.
El camino que muchas han recorrido ha sido meteórico, pero se necesita reforzar y marcar puntos todos los días. Como ser enfáticas de que las mujeres tienen una operación fuera de sus esposos. Que no necesitan compartir una personalidad jurídica, que su dinámica y sus derechos están separados de sus relaciones personales.
Remarcar que no son una extensión y una propiedad de ellos (ni de nadie). Por eso fue tan valioso dar ese peso específico a una mujer. Porque es visibilizarlas como individuos con una dinámica específica, propia y con retos para ellas.
Dicho eso, aquí la duda genuina: ¿qué debemos esperar para lo que viene?
En este espacio he sido crítica sobre los pendientes que hay para emparejar la cancha en muchos sentidos para las mujeres. Hemos hablado sobre la brecha de género en el ámbito laboral, sobre las injusticias del reparto de las labores de cuidado y sobre ese pendiente que hay para que la igualdad esté más presente.
Sin embargo, también las palabras, el discurso y estos gestos importan. Arrastran y marcan una idea que se busca y se sigue. Ese que se construye en ejercicios simples.
@Micmoya