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Hay Festival Querétaro 2025: Alma Delia Murillo y ese árbol que deja ver su tiempo Trump advierte a Venezuela que ‘derribará sus aviones’ si se vuelven una amenaza

Querétaro, Querétaro. – “Esto no es verdadero, pero es verdad“. Son las siete palabras que, a manera de advertencia, dan la bienvenida a la lectura de Raíz que no desaparece (Alfaguara), la nueva novela de Alma Delia Murillo (Ciudad de México, 1979), en la que dos páginas después la autora cita a Nona Fernández, Ángel González y Abel Meeropol.

La cuentista y novelista mexicana toma el micrófono y lo primero que hace, tras enumerar sus actividades en el Hay Festival Querétaro 2025, es aclarar que no es periodista, por más que los medios se empecinen en llamarle como tal, dice, sólo porque escribe columnas de opinión en diarios de circulación nacional.

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Lo ha repetido tantas veces que su petición viene acompañada de una sonrisa. “Yo soy escritora, el tema es que por las columnas de opinión hacen que…, bueno, yo soy sólo una ‘opinatriz’ más”, añade con ahínco.

Pese a ello, hizo una labor de investigación y acompañamiento. “Sabía que no podía ser una novela de escritorio“, señala. “Había que hacer trabajo de campo, entonces por eso me acerqué a distintos colectivos (de búsqueda) de Veracruz, Guanajuato y Ciudad de México”.

Composición originaria

Es verdad que hay elementos que podrían catalogar esto como una crónica, “pero tiene mucho de ficción”, sobre todo gracias a eso que ella llama “aliados, digamos, que podrían rayar en lo fantástico”.

“Uno son los árboles, hay toda una inteligencia vegetal que es así: es ciencia, es botánica. Dice un texto de Paul Valéry: un árbol deja ver su tiempo, y esa frase es muy valiosa porque los árboles dejan ver su tiempo en muchas maneras (…), una de ellas que yo descubrí, y que me pareció un detonador importante para este relato es que, cuando hay un exceso de cuerpos en descomposición, los árboles reciben más nitrógeno del que necesitan”, narra.

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“Y acompañando a las mamás”, prosigue, “ellas saben leer los bosques, las montañas, las zonas agrícolas; si cambia el patrón de la vegetación, (saben) que posiblemente ahí hay algo; si cambia la coloratura de las hojas de los árboles, saben que ahí pasó algo”.

A eso, se le suma la palmera de Reforma que cortaron en la Ciudad de México, donde pusieron el ahuehuete, mismo que murió después, rodeado de los carteles con los rostros de personas desaparecidas en el país.

“La novela es una crónica de este acompañamiento que yo hago y por otro lado son muchas intervenciones de la inteligencia vegetal de México diciendo: aquí está pasando algo, y el tercer elemento son los sueños: las madres sueñan, sueñan, de verdad, muy puntualmente cosas, detalles, vistas de los hallazgos de sus hijos”, espeta.

Estragos

Recuerda, en un principio, que cuando terminó la novela, por allá de noviembre de 2024, la cifra de personas desaparecidas en México, según datos oficiales, era de 124,000 personas; sin embargo, casi diez meses después, esta aumentó ya a 133,000.

Pensó, confiesa, que no iba a sufrir los estragos de la inmersión total de la investigación, que habría de salir ilesa ante la conmoción, por más contenida que estuviera por los colectivos de búsqueda.

Sin embargo, cayó enferma. Sufrió la rotura de un diente y una intervención quirúrgica rutinaria por un golpe en la cabeza. Pero supo después que era algo “normal”. Una vez más: la historia no es verdadera, pero es verdad: las consecuencias individuales, por egoístas que suenen ante el problema, son reales, tangibles. Duelen.

Pese a todo, reconoce que “no todo es horrible, también es precioso, también es increíblemente conmovedor atestiguar ese amor tan feroz, tan contra-lo-que-sea que hace resistir a los colectivos”.

Distanciarse con cercanía; mantener la memoria

Todos los sentimientos duros están ahí. Es, en cierto modo, imposible no sentirlo. Pero es un punto de inflexión, considera. “A mí me transformó estar cerca de los colectivos“, señala.

Dice que a las personas que buscan a sus familiares desaparecidos desde hace meses o años o décadas, no los sostiene el dolor, sino el amor. “Es un amor muy feroz, muy vital, muy de esa cosa que no sabemos ni que es: la sangre de tu sangre y la carne de tu carne“, abunda.

Asimismo, está convencida de la importancia de mantener la memoria, de dejar registro de este presente.

“Por si dentro de 100 años llega un Milei mexicano y asegura que esto no existió, que en México no hubo desaparecidos, cuanta más memoria podamos dejar, no sólo de estas personas, sino del fenómeno. De algo servirá”, espetó Alma Delia Murillo.

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