Por Pedro Linares Manuel
La infidelidad, más allá de ser un acto individual, suele ser el reflejo de movimientos más profundos en el sistema familiar. Muchas veces, quienes traicionan o son traicionados no actúan desde un impulso aislado, sino como ecos de historias pasadas que aún resuenan en la memoria transgeneracional.
Un hijo puede repetir la historia del padre o del abuelo que fue infiel, aunque conscientemente rechace ese comportamiento. Una hija puede vincularse con parejas que la engañan porque en su linaje hubo mujeres que sufrieron la misma herida y ella, de forma inconsciente, se hace leal a ese destino. De este modo, la infidelidad se convierte en un guion que se hereda, aunque nadie lo desee.
NO SE JUZGA
Desde las Constelaciones Familiares, la infidelidad no se juzga, sino que se observa como una señal. Señala algo no visto, un vacío, una exclusión o una descompensación en los vínculos. Puede mostrar que alguien ocupa un lugar que no le corresponde, que hay secretos guardados o que un miembro de la familia sigue atado a relaciones inconclusas del pasado.
Cuando se hace consciente, la persona puede detener el ciclo repitiendo internamente frases de reconocimiento: “Querido papá/mamá, veo tu destino y lo respeto. Pero elijo con amor vivir mi propia historia distinta”. Al honrar el dolor de quienes vinieron antes, ya no se necesita repetirlo.
REFLEXIÓN FINAL
La fidelidad auténtica no surge del miedo ni de la obligación, sino de la libertad. Romper con el eco del sistema permite construir vínculos desde la elección consciente y el respeto mutuo, en lugar de desde la herida heredada.
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