El Doctor Patán tenía planeada una visita con la familia a la zona maya, no sólo para seguir conociendo la grandeza de nuestros antepasados, de una de las civilizaciones que puso las bases de la civilización mexicana actual, y compartirla con sus retoños y la señora esposa, sino, sobre todo, para disfrutar de uno de los grandes emprendimientos del Exquinto Presidente Más Popular del Mundo (EQPMPDM), que es el Tren Maya.
Tenía, y tengo, aunque ya de otra manera, muchas expectativas puestas en el tren. Pensé, y pienso todavía, que seguro que ya habían sido resueltos algunos detalles maliciosamente subrayados y amplificados por la oposición moralmente derrotada.
Ya saben. Uber al AIFA por dos mil pesitos, buenos por un deleitante recorrido por el Edomex más popular; vuelo a algún aeropuerto del sureste, a precios también populares; una quincena invertida en pagarle a un taxista del aeropuerto para un recorrido de dos kilómetros hasta la estación ferroviaria más cercana, porque ahí sí que –un pendientito inocultable– no ha entrado la 4T con su impulso moralizador, y por fin: el tren. Y con él, las bendiciones de la democracia militar-popular convertida en motor empresarial.
El panini que ahora sí llega caliente a tu lugar, o al menos no congelado –con las temperaturas del Caribe, tampoco hace falta que se derrita el queso; el –¿pensaban que no llegaría?– aire acondicionado; el boing fresco y sindical, como tienen que ser las bebidas en un país revolucionario como el nuestro; el movimiento que por fin supera ya los 20 kilómetros por hora, si no hay curvas, y claro: el entorno magnífico, esplendoroso, con su explosión de tonos de verde, su cielo turquesa y –creo– sus jaguares y tucanes, fauna nociva pero muy bonita.
Sí, el plan estaba increíble, sobre todo porque los paquetes con hotel militar y vuelo de Mexicana estaban muy accesibles, algo indispensable cuando uno tiene un hijo de metro 85, en sus 20 bajos, que sale mucho más caro de alimentar que de hospedar, por ejemplo. Y entonces vino el segundo descarrilamiento en un año, y, si permiten la metáfora, su Doctor metió el freno.
No tomen este cambio de planes como una actitud contrarrevolucionaria. Para nada. Los bodocones y sus amigos son emprendedores de izquierda muy legítimos, muy al servicio del pueblo, pero necesitan tiempo para entender el negocio ferrocarrilero y llevar su proveeduría al nivel de exigencia propio de la izquierda. Mientras, el plan se pospone. ¿Alguien que preste una casa en Valle o Cuerna?
@juliopatan09