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El 22 de julio se celebra una efeméride que, literalmente, vive en nuestras cabezas: el Día Mundial del Cerebro. Esta fecha fue instituida por la Federación Mundial de Neurología para crear conciencia sobre las enfermedades neurológicas que afectan a millones de personas: el Alzheimer, el Parkinson, la epilepsia, los accidentes cerebrovasculares y otros más silenciosos, como el estrés crónico o la ansiedad.

Cada año, este día enfatiza un tema distinto. En ediciones recientes se ha abordado la salud mental, el acceso a servicios neurológicos y la prevención del deterioro cognitivo. Vale la pena prestar atención a esa masa gelatinosa alojada en nuestro cráneo, ese órgano fascinante al que, paradójicamente, solemos descuidar.

¿Cómo lo descuidamos?

Una pista: piense en un rectángulo brillante que vibra en su bolsillo y que, al menor descuido, le roba horas de vida. Sí, el celular. Lo que comenzó como un prodigio de la comunicación —mezcla de cámara, reproductor de música, agenda y linterna— se ha convertido, para muchos, en un mecanismo de escape de la realidad. Busca el término “brain rot” y entenderá el punto.

Según una encuesta del INEGI de 2023, 97.2 millones de mexicanos usamos teléfono celular, incluidos niños desde los seis años. El estudio revela que pasamos de 4 a 6 horas diarias frente a pantallas conectadas a internet, y entre 2 y 3 horas más frente a la televisión o la radio. ¿Y en qué invertimos ese tiempo? En comunicarnos (93.3%), navegar en redes sociales (91.5%) y entretenernos (88.1%). Los porcentajes que aparecen (93.3%, 91.5% y 88.1%) no suman un 100% porque no son categorías excluyentes, sino que reflejan los distintos usos que una misma persona puede dar al celular. Es decir, una sola persona puede usar su teléfono para comunicarse, para redes sociales y para entretenimiento, todo en un mismo día.

¿Y esto qué tiene que ver con la Navidad?

Nada… pero sí con tu memoria. El acceso constante a estímulos inmediatos ha reducido nuestra capacidad de atención y concentración. Dormimos menos por la luz azul de las pantallas, que frena la producción de melatonina; sufrimos más estrés, ansiedad, y esa sensación de adicción que se activa con cada notificación, como si se tratara de un chute de dopamina.

¿Y ahora qué hago? ¿Soy adicto?

Tranquilo. Cuidar tu cerebro no es tan complicado: duerme bien, come equilibradamente, muévete, evita golpes en la cabeza y socializa. Sí, hablar con humanos en vivo sigue funcionando. También es útil leer, resolver crucigramas, aprender un idioma nuevo o simplemente recordar dónde dejaste las llaves.

Y si hoy olvidaste el nombre del vecino o perdiste el hilo de una conversación, no entres en pánico. Tal vez no sea una falla neurológica: tal vez tu cerebro simplemente está pidiendo vacaciones. Así que, en lugar de celebrarlo con pastel —que sube el azúcar y no ayuda a la memoria—, dale lo que más necesita: silencio, descanso… y unas buenas ocho horas de sueño como Dios manda

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