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Tenemos un problema grave que todavía no se ve en la dimensión que debería. Estamos perdiendo el entusiasmo de los trabajadores primarios: maestros, enfermeras, médicos, policías, bomberos…

Las razones de cada uno de los gremios son diversas, pero tienen algunas cosas en común en mayor o en menor medida: la falta de recursos, la sobrecarga de trabajo y la violencia.

Los índices de deserción en estas profesiones van aumentando de manera constante, sin mucho escándalo, pero a paso firme.

Para ser justos, el fenómeno en todas estas profesiones no es exclusivo de México. Países como España, Italia, Perú, Estados Unidos tienen la misma dinámica con algunos ajustes. Pero ese debería ser el escándalo.

Y aquí la duda genuina: ¿Qué estamos haciendo para perder la vocación de las personas que quieren enseñar, curar, defender a otros?, ¿por qué como sociedad y como gobierno no somos capaces de redituar en su justa dimensión las profesiones que mantienen los ritmos vitales de los países?

Para no hablar al aire, aquí hay algunas cifras. En el caso de la educación, el informe mundial sobre el personal docente, realizado por la Unesco y traducido por la fundación SM, informó que para 2030, seis de cada 10 docentes que faltarán se deberá al abandono de la profesión.

Las personas, los jóvenes en particular, están dejando de lado la vocación de educar porque las condiciones son cada vez más complejas. Bajos salarios, presión social, administrativa y emocional.

En el caso de las enfermeras y los médicos, las cifras no son más alentadoras. México en específico tiene un déficit calculado en 2023 de unos 34 mil médicas y médicos generales, y 155 mil médicos especialistas.

Aunque se ha buscado paliar el déficit con médicos de otros países y con mejores condiciones en algunos lugares, la realidad es que el ritmo para llegar a cumplir con los estándares de atención no alcanzan.

Y las razones las han expresado frecuentemente en manifestaciones en las calles que no han parado desde la pandemia. Exigen trabajos con seguridad social, insumos suficientes, garantías para ejercer su labor libremente sin violencia.

El caso de los bomberos suena poco alentador, en el país hay 18 mil bomberos (para una población total del país de 133 habitantes) con un salario promedio de 8 mil pesos al mes y más de 51 horas trabajadas a la semana. El 22 por ciento de los que pertenecen a la corporación tienen un segundo trabajo para poder completar los gastos.

Los policías tienen una dinámica similar (el salario promedio es de 7 mil 800 pesos, algunos en la informalidad), con el agregado de la exposición directa a la violencia y el crimen organizado.

El común denominador es nuestra deficiencia para atender las necesidades básicas de los trabajadores indispensables: salarios dignos, condiciones laborales óptimas, insumos suficientes. Como sociedad tenemos que poner esa exigencia por delante y el gobierno deberá diseñar una estrategia urgente antes de que el vacío sea irremediable.

 

    @Micmoya

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