En Toluca, 90 familias sobreviven entre calles destruidas, asaltos constantes y un monopolio del agua que los tiene secuestrados, exigen acción inmediata
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
En el corazón de la delegación de Cacalomacán, en Toluca, cerca de 90 familias que habitan el paraje Rancho San Miguel Zacango viven en un escenario de abandono institucional que, aseguran, lleva más de una década sin solución.
En denuncia en redes sociales y en comunicación con Diario Basta, exponen la serie de carencias en infraestructura, servicios básicos y seguridad que han convertido su vida diaria en una lucha constante, mientras las autoridades parecen ignorar su situación.
Quienes transitan por las calles Amazonas, Las Flores, Nogales y Laureles se enfrentan a un panorama desolador: caminos completamente destruidos, con enormes baches y zonas sin pavimentar que, en temporada de lluvias, se convierten en lodazales intransitables.
“Aquí parece que no existimos para el gobierno. Es tierra de nadie”, expresa don Rubén, vecino de la zona, mientras señala algunas mantas colgadas en las fachadas con advertencias como “Mi vecino me vigila. ¡Cuidado!” y “Prohibido el paso de camiones pesados”.
A esto se suma la inseguridad que ha ido creciendo de manera alarmante. Robos, intentos de asalto y vandalismo son parte del día a día.
“Hace poco intentaron meterse a un taller mecánico y ni una patrulla se apareció. Vivimos con miedo, estamos completamente desprotegidos”, relata doña Carmen, quien prefiere omitir su apellido por temor a represalias.
Otro problema grave que enfrentan es la falta de agua potable. Los vecinos denuncian que dependen de un solo proveedor, quien también es dueño de una empresa arenera.
Pese a múltiples oficios y gestiones presentadas ante autoridades municipales y organismos de agua, las respuestas han sido nulas o insuficientes. “Estamos hartos de promesas vacías. Solo pedimos lo básico: agua, calles dignas y seguridad. No es mucho pedir, es un derecho”, sostiene con firmeza doña Carmen.
El tránsito constante de camiones pesados ha convertido las calles en verdaderas trampas, con riesgos latentes para niños y adultos mayores. El abandono de Cacalomacán es un reflejo de la marginación estructural que enfrentan muchas comunidades en Toluca y el Estado de México.
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