Seis días después de que el Estado de Israel iniciara ataques sobre la República Islámica de Irán bajo el argumento de frenar su programa nuclear, el presidente estadounidense Donald Trump evita comprometer una intervención militar directa. “Puede que lo haga, puede que no”, comentó el miércoles ante la prensa. Su ambigüedad no es casual: una parte importante de su base electoral rechaza las guerras extranjeras, y el costo político de una nueva incursión en Medio Oriente podría ser alto.
Sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca también elevó el tono. En su red social exigió la “rendición incondicional” de la república islámica y aseguró estar “harto”. Reveló que habla a diario con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y que incluso le pidió “seguir adelante”. Al mismo tiempo, acusó a Irán de estar a “semanas” de fabricar una bomba nuclear, aunque Teherán niega que su programa tenga fines militares.
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La respuesta iraní ha sido desafiante. El líder supremo, Ali Jamenei, aseguró que “la nación iraní nunca se rendirá” y advirtió a Estados Unidos que cualquier intervención militar “implicará daños irreparables”. Irán ya lanzó misiles hipersónicos contra el Estado hebreo y denunció que los ataques de Tel Aviv alcanzaron instalaciones nucleares, mataron a civiles y afectaron el suministro de combustible y alimentos en varias regiones del país.
Netanyahu, entre la guerra y el escándalo
Para el analista Agustín H. Berea, experto en relaciones internacionales, esta guerra “no responde a una amenaza existencial”, sino a una lógica política interna en Israel. “Esta ofensiva obedece a una decisión de Netanyahu para extender la guerra. Enfrenta escándalos que han erosionado su imagen”, afirma. Entre ellos, el presunto envío de armas a facciones palestinas en Gaza y transferencias millonarias a Hamás a través de familiares.
La reciente propuesta del primer ministro para obligar al servicio militar a los haredim —judíos ultraortodoxos exentos de alistarse y de trabajar, pero beneficiarios de subsidios estatales— agravó la tensión dentro de su coalición. En ese contexto, sostiene Berea, “cada vez que Netanyahu enfrenta presiones internas, surge un nuevo frente. Estas son guerras personales. No benefician a israelíes ni a estadounidenses”.
Washington, entre la cautela y la presión
El inquilino de la Casa Blanca ha jugado al límite del conflicto sin llegar a cruzar la línea. Ha participado en dos reuniones de alto nivel en la Sala de Crisis y ha autorizado planes de ataque, aunque estos permanecen en pausa. Según The Wall Street Journal, su estrategia es esperar a ver si Irán da marcha atrás en su programa nuclear antes de tomar medidas. “Todas las opciones están sobre la mesa”, declaró un funcionario estadounidense al rotativo estadounidense.
Pero para el internacionalista, Estados Unidos no tiene apetito para una nueva guerra. “Trump firmó la retirada de Afganistán, negoció con los talibanes y con Irán. Si algo dejó claro su primer mandato es que quiere salir del Medio Oriente, no quedarse”. Lo que sí podría arrastrarlo al conflicto, advierte el analista, serían provocaciones como “atentados de bandera falsa atribuidos a Irán”.
¿El verdadero objetivo?: mantener a EU en Medio Oriente
A juicio de Berea, el temor estratégico del Estado judío no es Irán, sino que Washington retire su respaldo militar y financiero. “Israel recibe entre 3 y 16 mil millones de dólares anuales de Estados Unidos. Sin ese apoyo, no puede sostener guerras prolongadas”. En ese sentido, provocar un conflicto que requiera presencia militar estadounidense sería una forma de garantizar que ese apoyo continúe.
Bajo esta lógica, las acciones del primer ministro israelí buscan generar un escenario en el que Estados Unidos no pueda mantenerse al margen. “Netanyahu sabe que Irán no tiene la capacidad para invadir Israel, ni la intención real de hacerlo. Pero si ataca a figuras clave del régimen iraní, sí podría darles la motivación para desarrollar un arma nuclear. Y eso cambiaría todo”, alerta Berea.
El magnate inmobiliario, consciente del riesgo, ha frenado por ahora esa posibilidad. Pero su paciencia parece agotarse. De acuerdo con el experto, “la clave para saber si Washington se implicará de lleno será el número de barcos desplegados”. Hasta ahora, Trump solo ha enviado dos destructores, una presencia mínima. “El mensaje es claro: le está diciendo a Netanyahu ‘yo no te voy a ayudar’. Eso puede cambiar, pero por ahora, es una señal”.
Mientras tanto, la región se tambalea
El conflicto ya ha dejado más de 200 muertos en Irán y al menos 24 en Israel, según cifras oficiales. El OrganismoInternacional de Energía Atómica confirmó que fueron destruidos dos edificios vinculados al programa nuclear iraní. Y en Teherán, la población enfrenta largas filas para conseguir gasolina y alimentos básicos.
A nivel internacional, líderes como Antonio Guterres y Vladimir Putin han pedido moderación. El Kremlin ofreció mediar, pero el jefe de la Casa Blanca rechazó la propuesta. “Vladimir, primero termina tu guerra en Ucrania”, declaró. Corea del Norte, por su parte, denunció los ataques israelíes como un “acto de terrorismo de Estado”.