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Pese a la presencia de tropas armadas en las calles, las protestas migrantes en Los Ángeles no se detuvieron. La ciudad se convirtió en el principal escenario de tensión política y social en Estados Unidos, luego de que el presidente republicano, Donald Trump, ordenara el despliegue de dos mil elementos de la Guardia Nacional sin el aval del gobernador californiano.

El operativo fue presentado por el magnate como una acción para “liberar a la ciudad de la invasión migratoria”. Sin embargo, lejos de disuadir, la medida encendió más protestas.

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Solo el domingo, decenas de personas bloquearon ambos sentidos de la autopista 101, mientras dos agentes resultaron heridos cuando motociclistas que intentaban romper un cerco policial los embistieron.

En paralelo, la policía detuvo a cinco manifestantes en plena vialidad, mientras la multitud los abucheaba.

El gobierno federal desplegó desde la madrugada a unos 300 soldados en el centro de Los Ángeles, equipados con casco, camuflaje y armamento, con el objetivo de resguardar instalaciones y personal federal.

Todas las tropas

Se sumaron a agentes del Departamento de Seguridad Nacional, generando un clima de creciente militarización en zonas clave de la ciudad.

La respuesta del jefe de la Casa Blanca fue endurecida en redes sociales, donde acusó a Los Ángeles de ser “una ciudad invadida por extranjeros ilegales y criminales” y prometió tomar “todas las medidas necesarias” para restaurar el orden. También insinuó una expansión del operativo a otras ciudades.

El gobernador Gavin Newsom calificó la acción como “una provocación deliberada” y exigió el retiro inmediato de las tropas. “El gobierno federal quiere un espectáculo, no soluciones”, escribió en X. La alcaldesa Karen Bass advirtió que la presencia militar es innecesaria y agrava la situación.

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En el Congreso, la polarización se intensificó. Republicanos respaldaron la intervención, mientras que demócratas denunciaron un ataque contra el derecho a la protesta. La exvicepresidenta Kamala Harris fue más contundente: acusó a su rival en las elecciones de impulsar una “agenda cruel y calculada” para sembrar el caos y avivar el miedo en comunidades migrantes.

A pesar de los operativos, las manifestaciones persisten. Testimonios como el de Fernando Delgado, joven hispano que marchó con una bandera mexicana frente a un vehículo calcinado, resumen el ánimo: “Somos trabajadores, no criminales”. La imagen de un manifestante solitario levantando el puño en la autopista se ha vuelto símbolo de resistencia.

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