Por Pedro Linares Manuel
Desde que nacemos, el primer gran vínculo que marca nuestro destino es el vínculo con mamá. No se trata solo de la mujer que nos dio la vida, sino de cómo fue esa primera experiencia emocional, afectiva y corporal con ella. La relación con mamá representa la base de nuestra capacidad de confiar, recibir, pertenecer y sentirnos dignos de amor.
Cuando una persona tiene dificultad para disfrutar la vida, sentirse en paz o lograr plenitud en sus relaciones, muchas veces en el fondo hay un conflicto no resuelto con mamá. A veces es una ausencia, otras veces un abandono emocional, o bien una historia de rechazo, exigencia, distancia o incluso sobreprotección.
Desde la mirada de las constelaciones familiares, el alma de un hijo busca pertenecer a cualquier precio. Y por amor ciego, los hijos se hacen cargo de dolores que no les corresponden. Una hija que le dice en silencio a su madre: “yo por ti”, puede terminar enferma, triste o en relaciones difíciles como forma de acompañar ese dolor. Un hijo que carga la rabia de su madre hacia el padre, puede terminar repitiendo relaciones rotas, traiciones o fracaso profesional. Caso 1 (afecta): Mariana, una mujer de 38 años, nunca pudo establecer una relación duradera.
MERECER AMOR
Al constelar, comprendió que desde niña sintió el rechazo de su madre y creció intentando “merecer amor”. En sus relaciones de pareja repetía ese patrón, atrayendo a hombres fríos y distantes.
Al trabajar con su vínculo materno, logró poner límites, sanar su necesidad infantil y abrirse al amor sano. Caso 2 (beneficia): Alejandro, un joven músico, tenía una relación profunda con su madre, basada en respeto y aceptación.
Desde niño se sintió visto y valorado. Hoy se distingue por su creatividad, confianza y facilidad para abrir caminos. Su buen vínculo con mamá se convirtió en una base sólida para su vida profesional y afectiva.
El primer gran orden en el sistema familiar es: mamá es la grande, yo soy el pequeño. Cuando ese orden se respeta, la vida fluye. Pero cuando el hijo se pone por encima, queriendo sanar a mamá o tomando sus emociones como propias, se pierde el rumbo.
Sanar el vínculo con mamá no siempre significa tener contacto con ella. Significa tomarla en el corazón tal y como fue, honrar su destino, agradecer la vida que nos dio, y soltar lo que no es nuestro. Solo cuando soltamos la carga de mamá, podemos caminar hacia lo propio.
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