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Del gusto a la rabia, desde hace unos años, eso ha sido mayo para millones de trabajadores en México. Iniciando porque el 1 de mayo se ha convertido en una farsa: el día en que los charros, agachones y farsantes sindicales aplauden los supuestos logros del Gobierno en materia laboral.

No celebran derechos, celebran la protección que les brinda el poder para no ser investigados ni tocados, para seguir enriqueciéndose mientras el trabajador apenas sobrevive.

Los derechos laborales son lo que menos les importa, y no es algo nuevo: llevan décadas dando resultados tan raquíticos como el crecimiento de nuestra economía.

Gobierno y charros dicen que el trabajador gana más, pero bien saben que ganamos menos. Las viejas cúpulas obreras no tienen líderes, tienen cómplices. Creen que la protesta se puede reducir a una marcha virtual. ¡Vaya representantes! No son capaces de defender un sólo derecho, pero son expertos en arrodillarse ante el poder.

La decadencia no sólo está en esos falsos líderes. Está en la pérdida de conquistas laborales por las que se luchó durante décadas y hasta se dio la vida.

En 2021, la 4T acabó con un derecho constitucional que tenía más de 59 años vigente: el reparto de utilidades. ¿Los responsables? Los diputados y senadores de Morena, encabezados por Napoleón Gómez Urrutia, el mismo que fue prófugo de la justicia y buscado por la Interpol. Él fue el principal promotor de la reforma laboral que reventó las economías familiares de miles de obreros.

Sin importar la Constitución ni la justicia a los trabajadores, toparon las utilidades a 90 días como máximo. Un golpe brutal, disfrazado de “progreso”, que benefició al Gobierno por tratarse de una reforma recaudatoria y a los traidores sindicales.

El tope a las utilidades no sólo fue ilegal, fue inhumano. Fue pisotear décadas de lucha, fue arrancarle al trabajador lo poco que le quedaba para salir adelante.

El traidor de Napillo debe dar la cara y asumir las consecuencias de haber promovido, aceptado y cabildeado la reforma más criminal contra el trabajador.

Pero, ¿qué se puede esperar de quien robó mil millones de pesos a sus agremiados y todavía insiste en que ese dinero “es suyo”, porque el sindicato es de su propiedad? Charro sin vergüenza.

En el Frente podemos mirar a la cara a todas y todos nuestros representados. Como diputado federal, fui el único líder sindical que se opuso abiertamente al tope a las utilidades. Recibí presiones y recomendaciones de quienes ya habían claudicado frente a ese atropello.

Pero, como lo he demostrado toda mi vida: a los mineros no nos doblan. Sí, con orgullo soy líder sindical, pero antes soy trabajador, respeto y defiendo a mis compañeras y compañeros.

Por eso tampoco celebramos el engaño a los trabajadores. Me refiero a que ni a las y los mineros de Cananea les dieron el 10 por ciento de las utilidades. Basta tomar en cuenta que es la mina más productiva de todo México y que no sólo depende del oro, sino que cada pala que se extrae sale llena de mineral. Todo es ganancia.

Es un hecho innegable, las utilidades nos las toparon y existe un daño en los trabajadores, en unos más que en otros. Por ello, hay que ser claros. Hoy más que nunca, el movimiento obrero necesita menos impostores y más dignidad.

No se puede representar a los trabajadores con las manos manchadas ni con los bolsillos llenos de traición y dinero ajeno.

Porque ser sindicalista no es vivir del trabajador, es vivir por el trabajador.

 

    @CarlosPavonC

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