Por Pedro Linares Manuel
En las Constelaciones Familiares, el orden es uno de los principios más importantes.
Cada miembro tiene un lugar específico por su llegada al sistema y su rol. cuando alguien ocupa el lugar de otro, todo se desordena.
Cuando los abuelos crían a los nietos como si fueran hijos, y los padres desaparecen del sistema, el nieto pierde la referencia jerárquica. Luego crece confundido, con problemas de autoridad, sin saber a quién obedecer, repitiendo ausencias o criando a otros que no son su responsabilidad.
Cuando una hija se convierte en la “pareja emocional” del padre porque la madre está deprimida o ausente, se produce un desorden. Esa hija, aunque logre casarse, no puede entregarse a su pareja real.
Su energía está tomada por un vínculo desviado. Cuando un hijo mayor cuida a sus hermanos como si fuera madre o padre, crece sin infancia. Suele convertirse en adulto precoz, controlador o perfeccionista, y le cuesta disfrutar o soltar el control. En el fondo, quiere descansar, pero no sabe cómo.
SÍNTOMAS SIN EXPLICACIÓN
Cuando un hijo reemplaza a un hermano fallecido y hereda su nombre, su lugar o su función, vive una vida prestada. Muchas veces no encuentra su vocación, no se siente completo o tiene síntomas sin explicación. Cuando la madre habla mal del padre frente a los hijos, los arrastra a su conflicto.
Los hijos se desordenan al ponerse del lado de uno contra el otro. Luego no pueden vincularse sanamente con sus propias parejas.
Cuando un padre excluye a un hijo de una relación anterior, ese hijo aparecerá en el sistema como síntoma: en un nieto adicto, una quiebra en la empresa o una enfermedad crónica. Cuando hay hijos no nacidos que no fueron nombrados ni incluidos, los siguientes hijos ocupan lugares que no les corresponden. Aparecen confusiones, soledad, culpa sin razón, o miedo a morir.
Cuando una madre viuda o separada coloca a su hijo como “el hombre de la casa”, él carga una energía que no le corresponde. Más adelante fracasa en el trabajo o en el amor, pues sigue siendo leal a mamá.
Cuando se invierte el orden y los hijos cuidan emocionalmente a los padres, se agotan. Luego no pueden cuidar de sí mismos ni recibir de la vida. El desorden no siempre se ve, pero se manifiesta.
En relaciones conflictivas, en éxitos que no se sostienen, en emociones que no se entienden. Sanar es devolver a cada quien su lugar. Y decir internamente: “Yo soy el pequeño. Tú viniste antes. Yo tomo la vida y mi destino.” Ahí empieza el orden. Y con él, la paz.
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