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Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 8 de mayo de 2025.– El cardenal Robert Francis Prevost, de 69 años, fue elegido como el nuevo Papa de la Iglesia Católica tras la muerte de Francisco el pasado 21 de abril. Al asumir el cargo, adoptó el nombre de León XIV y se convirtió en el Papa número 267 en la historia de la Iglesia.

Su nombramiento representó un hecho inédito: se trata del primer pontífice nacido en Estados Unidos. La decisión del cónclave también envió un mensaje claro de continuidad con el legado reformista de Francisco y una señal de apertura hacia nuevas regiones del catolicismo mundial.

Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago. Ingresó como novicio en la Orden de San Agustín en San Luis, Missouri, y más tarde cursó estudios de Matemáticas en Filadelfia. Su formación lo llevó a Roma, donde obtuvo un doctorado en Derecho Canónico.

En 1985, inició su primera misión en Perú, país al que se vinculó profundamente. Allí dirigió el seminario de Trujillo por una década, trabajó en comunidades vulnerables y desarrolló una sólida trayectoria pastoral. En 2015, se naturalizó peruano y obtuvo su DNI en la costa norte del país.

De regreso en Estados Unidos, en 1999, fue nombrado prior provincial de los agustinos. Más tarde, encabezó la orden a nivel mundial como prior general. En 2014, el papa Francisco lo designó administrador apostólico de Chiclayo, en el norte peruano.

Prevost dividió su vida entre América Latina, Europa y Norteamérica. Su perfil internacional lo colocó en el radar del Vaticano, y en 2023 fue llamado a Roma para dirigir el Dicasterio para los Obispos, una de las estructuras más influyentes de la Santa Sede.

En ese mismo año, asumió también la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina. Desde entonces, se convirtió en una de las voces más cercanas al círculo de confianza de Francisco, con quien compartía visión pastoral y sensibilidad social.

Durante el anuncio oficial, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunció el tradicional Habemus Papam desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. Minutos antes, el humo blanco que salió de la chimenea de la Capilla Sixtina confirmó el consenso entre los 133 cardenales reunidos en cónclave.

León XIV apareció luego ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro y ofreció su primera bendición Urbi et Orbi. Antes, se recogió en la llamada “sala de las lágrimas”, donde los papas recién electos se visten por primera vez con los hábitos pontificios.

A diferencia de otros papas, poco se sabe de sus aficiones personales. Sin embargo, sus allegados lo han descrito como un hombre afable, de trato sencillo, con gran capacidad de escucha y vocación de servicio. Su carrera eclesiástica reflejó una constante preocupación por la formación de sacerdotes y el acompañamiento de comunidades vulnerables.

Aunque durante siglos Roma descartó la idea de un pontífice estadounidense —ya fuera por razones geopolíticas o logísticas—, la elección de León XIV rompió esa tradición. Su experiencia en las llamadas “periferias del mundo”, como Francisco definía a América Latina, fue un factor determinante.

Su llegada al trono de San Pedro ocurre en un momento complejo para la Iglesia, que enfrenta desafíos internos, demandas de justicia por abusos, cuestionamientos sobre el papel de la mujer y una urgente necesidad de conectar con los fieles más jóvenes. León XIV asume con el reto de mantener viva la reforma y la cercanía impulsadas por su antecesor.

 

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