Se requieren estrategias integrales que ataquen las finanzas del crimen, refuercen la inteligencia y limpien instituciones, señala estudio realizado por la GI-TOC
JUAN R. HERNÁNDEZ
Ciudad de México.- México se consolida como el tercer país con mayor delincuencia organizada del mundo, solo superado por Myanmar y Colombia, según el Índice Global de Delincuencia Organizada 2023 de la Iniciativa Global contra la Delincuencia Organizada Transnacional (GI-TOC).
El estudio, que analiza 193 naciones, revela un sistema criminal sofisticado que opera en narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas y lavado de dinero, aprovechando la debilidad institucional, la pobreza y la corrupción estructural.
La trata de personas exhibe una de las caras más brutales. México funciona como corredor migratorio donde centroamericanos son explotados sexualmente en fronteras o sometidos a trabajos forzados en campos agrícolas de Guerrero y Oaxaca, frecuentemente con la complicidad de autoridades locales. Ciudades como Tapachula y Tenosique se han convertido en epicentros de estas redes, donde grupos criminales diversifican sus ingresos con impunidad.
La extorsión, conocida como “cobro de piso”, se ha profesionalizado. Desde pequeños comercios hasta cadenas agroindustriales en Michoacán y Guanajuato pagan cuotas a cárteles, generando incluso desabastos. Este delito de bajo riesgo y alta rentabilidad refleja cómo el crimen ha penetrado la economía formal.
El tráfico de armas desde Estados Unidos sigue alimentando la violencia. Aunque México ha demandado a fabricantes estadounidenses, el flujo de armamento continúa, complementado por armas pesadas como lanzacohetes RPG-7 que ingresan desde Centroamérica. Esta proliferación explica la militarización de los cárteles.
En narcotráfico, México mantiene su hegemonía en heroína y metanfetamina hacia EU, pero el fentanilo -100 veces más potente que la morfina- se ha convertido en el nuevo oro blanco. Su producción barata y alta demanda ha desatado guerras territoriales, mientras los cárteles diversifican rutas hacia Europa.
Los delitos ambientales escalan: el palo rosa se trafica a China para muebles de lujo, y especies como la totoaba (cuyo buche vale millones en Asia) son explotadas por redes con conexiones globales. La minería ilegal de oro en Guerrero y Puebla, controlada por grupos armados, deja estelas ecológicas y sociales.
El cibercrimen y lavado de dinero muestran la adaptación tecnológica del crimen. Hackeos a instituciones públicas y esquemas financieros complejos -como facturas falsas o sobrevaluación de propiedades- evidencian vínculos entre empresarios y organizaciones criminales.
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