Sí, sí hubo avances. Sí, México se puso las pilas con respecto a las exigencias que le impuso Estados Unidos hace un mes (mitigar la migración ilegal, nuestra insana relación comercial con China y el combate al narcotráfico). Pero para el presidente estadounidense Donald Trump los esfuerzos y los resultados que le presentó la delegación mexicana que viajó el jueves pasado a la Unión Americana para reunirse con el Secretario de Estado, Marco Rubio, le parecieron insuficientes. Por eso, a partir de este martes 4 de marzo entrará en vigor la aplicación de un arancel del 25% a las exportaciones mexicanas que ingresen al vecino país del norte. La confirmación de esta terrible noticia provocó que los mercados bursátiles de ambas naciones sufrieran una tremenda sacudida y el tipo de cambio peso-dólar también se desbalanceara notablemente.
Ahora sí, más nos vale que en realidad el Gobierno mexicano cuente con un plan “B”, un plan “C” e incluso un plan “D”, porque el plan “A”, de plano, ya se defenestró.
De nada sirvió la ofrenda que se le hizo a los estadounidenses, ese mismo jueves, de “extraditar” a 29 peligrosos narcotraficantes (entre ellos Rafael Caro Quintero, el asesino del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena Salazar en febrero de 1985 y varios altos mandos del sanguinario cártel de “Los Zetas”) para que sean juzgados y encarcelados en cortes y prisiones de la Unión Americana. Trump y Rubio quieren más… ¡mucho más! De nada les sirven criminales que ya llevaban recluidos varios años en prisiones mexicanas. Ellos quieren a los responsables de quienes están envenenando y asesinando en estos momentos a sus ciudadanos con fentanilo, pero también quieren a los políticos que aquí en México los protegen y los solapan. Sólo así van a dar su brazo a torcer.
Rubio reconoce que México está cooperando para frenar el tráfico de fentanilo a los Estados Unidos y, al mismo tiempo, asegura que, en contraparte, su país también ya está trabajando para frenar el tráfico de armas que terminan en poder de los cárteles mexicanos. Las negociaciones entre ambas naciones han sido positivas, pero, dada la nueva coyuntura que afrontaremos a partir de hoy, queda claro que han sido insuficientes. Y es que si algo ya dejó muy bien establecido Donald Trump, para su segundo segundo periodo al frente de la Casa Blanca, es que viene decidido a no dejar títere con cabeza y que no se va a andar con contemplaciones de ninguna índole. Un claro ejemplo de esta aseveración la podemos tomar de lo que ocurrió el viernes pasado en la oficina oval cuando se reunió con Volodymyr Zelenski. En apenas 139 minutos hizo pedazos la alianza que había entre Estados Unidos y Ucrania y, se paso, bulleó inmisericordemente a su homólogo ucraniano.
¿O apoco creen que el neoyorquino se va a tocar el corazón cuando tenga que tomar decisiones con respecto a México y los mexicanos?
Esta tormenta ya se veía venir de manera muy anticipada. Todos (o, casi todos) sabíamos que el regreso de Trump a la Casa Blanca era un hecho. Sin embargo, del lado mexicano muchos prefirieron echarse a la hamaca en lugar de diseñar un plan de contingencia que nos permitiera mitigar todos los escenarios factibles. Incluso muchos bromearon con el perro que ladra no muerde.
¡Qué equivocados estaban!
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