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Simon Mireles Meneses

Las redes sociales han conquistado los corazones y el asombro de todo el mundo. Es impresionante cómo se han arraigado en nuestras vidas como medio para fomentar la creatividad, comunicación y acceso a la información. Además, se han convertido en una poderosa herramienta para expandirnos más allá de nosotros mismos.

Sin embargo, también contienen un elemento adictivo innegable, comparable a la naturaleza compulsiva de los juegos de azar. Reflexiona un momento: ¿cuántas veces te has encontrado navegando por Instagram, TikTok u otra plataforma, viendo videos de 5 a 10 segundos uno tras otro? De repente, descubres que has pasado más de una hora mirando contenido aleatorio, incapaz de detenerte. Si te ha sucedido, entiendes ese sentimiento de dependencia, pero ¿por qué ocurre esto?

En este artículo, exploraré cómo la adicción a las redes sociales, la idealización de la realidad que proyectan y la baja autoestima combinada con una autoexigencia desmedida pueden desarrollar al fenómeno conocido como síndrome del impostor, generando serios problemas psicológicos y sociales, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes.

¿Qué es el síndrome del impostor?

El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico en el que las personas, a pesar de sus logros y éxitos, no se sienten merecedoras de estos. Experimentan una constante duda sobre sí mismas, incapaces de reconocer sus propias capacidades o virtudes. Esto puede llevar a una sensación persistente de insuficiencia, afectando la confianza en sus habilidades y provocando una autocrítica constante que, con el tiempo, puede derivar en conductas obsesivas, así como en malestar emocional y físico.

Redes sociales como elemento causante del Síndrome del Impostor

Aunque el síndrome del impostor no es causado directamente por las redes sociales, estas actúan como un catalizador al fomentar comparaciones constantes y presiones sociales derivadas de la “realidad idealizada” que proyectan: momentos de felicidad, viajes exóticos, cuerpos ideales y estilos de vida envidiables. Estas imágenes crean falsas expectativas que intensifican sentimientos de insuficiencia, perfeccionismo y fracaso, aumentando el riesgo de desarrollar síntomas depresivos como desesperanza, fatiga e incluso aislamiento social.

Psicológicamente, las redes sociales activan nuestro sistema de recompensas. Cada notificación, mensaje o «me gusta» produce un golpe de dopamina, generando placer instantáneo. Este sistema, no se limita a la dopamina, sino que involucra una red cerebral compleja que puede alterarse debido al comportamiento adictivo, implicando una reconfiguración gradual del funcionamiento cerebral.

La inmediatez de las redes sociales altera nuestras vías de recompensa y genera una demanda constante de atención. Esto perpetúa una mentalidad adictiva y expectativas idealizadas de la realidad. En personas con depresión, esto puede agravar sentimientos de agotamiento, aislamiento e incluso desolación. Además, este sistema se acostumbra a recibir gratificación inmediata, y cuando no la obtiene, se estresa, pierde motivación incluso puede colapsar en casos extremos, similar al síndrome de abstinencia en personas con adicciones como el alcoholismo.

Impacto en la vida cotidiana

Un estudio realizado por el portal “We Are Social” en 2024 reveló que el internauta promedio pasa 6 horas y 40 minutos al día en línea. En México, donde más del 80% de la población tiene acceso a internet, esto equivale a una dependencia cotidiana para millones de personas.

El impacto de las redes sociales ha llevado a que la validación virtual tenga mayor peso en nuestras vidas. La necesidad innata de pertenecer a un grupo genera dicotomías mentales, alimentando una vida alterna basada en el reconocimiento social en lugar de los logros personales que se obtienen día a día con esfuerzo y dedicación. Como resultado, se descuidan aspectos fundamentales como el sueño, el ejercicio o el tiempo de calidad con amigos y familia.

Cuando actualizamos una página y no recibimos un «me gusta» o mensaje, nuestra gratificación se ve frustrada. En adolescentes, esta dinámica se relaciona con la popularidad en línea, creando un círculo vicioso de ansiedad, soledad y depresión debido a la falta de recompensas virtuales.

Depresión y redes sociales

La depresión es un problema de salud pública significativo en México. Según la Secretaría de Salud, en 2021 se estimó que 3.6 millones de adultos padecían depresión, de los cuales un 1% representaba casos severos.
Las redes sociales distorsionan la percepción de nosotros mismos. Aunque nos ayudan a conectarnos, también pueden hacernos sentir aislados, disminuir nuestra confianza y reducir nuestro bienestar general.

El camino hacia el equilibrio, comentarios finales

Es crucial establecer límites entre lo que es beneficioso y lo que resulta perjudicial para nuestra salud mental. Aunque las empresas de redes sociales deberían contribuir a mitigar el comportamiento adictivo, esta responsabilidad también recae en maestros, tutores, profesionales de la salud y el gobierno, quienes deben educar sobre el uso responsable de estas plataformas. Pero, sobre todo, recae en cada uno de nosotros.

Debemos concientizar y reflexionar sobre nuestras prioridades, asignar tiempo a actividades significativas y comprender nuestro propósito de vida para diferenciar entre lo que nos acerca a nuestros objetivos y lo que solo nos distrae con gratificaciones inmediatas y la necesidad de reconocimiento de los demás.

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