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Era la madrugada del 19 de noviembre de 1984.  Pedro, encargado de una tienda de abarrotes lo despertó la estruendosa explosión y los gritos de las personas que se incendiaban en medio de la calle: “San Juanico era el mismo infierno en la tierra”.  

“El calor era insoportable, muchos se quemaron el rostro, el cuerpo, la espalda;  dependiendo de hacia dónde mirabas cuando explotaron (los miles de libros de gas LP de las gaseras) fue la parte del cuerpo que se incineró”, recuerda.

Aunque hace ya cuatro décadas, la tragedia de San Juan Ixhuatepec, en Tlalnepantla, Estado de México, quedó marcado en la memoría de muchos, no sólo como uno de los días más trágicos en el Valle de México,  sino también como la mañana que amaneció antes.

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El actual parque Hidalgo fue la zona cero del accidente, donde se encontraban las “esferas” y  “salchichas” que contenían miles de metros cúbicos de gas LP que estallaron.

El comerciante recuerda que vivía con su familia frente a la gasera: “Esa mañana mi padre limpiaba el auto para llevar a mi hermana a la universidad. Aun dentro de la cochera la explosión le quemó la espalda” por el intenso calor.

“Teníamos una pickup, subimos a tres familias que estaban muy graves. Mucha gente suplicaba porque también la lleváramos, pero ya no cabían”, lamenta.

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Explica que del grupo de fútbol al que pertenecía sobrevivieron sólo nueve de 60. 

“Para mí fue una falla humana lo que causó el accidente”, comenta Juan, vendedor de uniformes, quien recuerda que los trabajadores solían ser muy descuidados.

“La planta tenía una especie de piloto que siempre estaba encendido(…) a veces llegaba a una gran altura y se oía un ruido similar al de un avión. Un día antes la llama se apagó y las autoridades no hicieron caso a las denuncias de los vecinos sobre el olor a gas el cual resultó en la explosión”, explica.

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DEJABAN LA PIEL EN EL PAVIMENTO POR EL CALOR

“Cómo olvidar a las cientos de personas que corrían cerro abajo de San Juanico hacía la carretera México-Pachuca(…) las ambulancias pasaban a recoger a los heridos; sin embargo, muchos murieron antes de llegar(…) corrían como hormigas y las ‘salchichas’ volaban como juguetes”.

La familia Peña aún mantiene viva la terrible imagen: “Los que pudieron, desnudos o en pijama, huían de la explosion, aunque muchos no lograron salir de entre las llamas”.

Victoria comenta aún afectada que muchas personas iban descalzas, por lo que dejaban la piel de los pies pegada al pavimento, debido al calor.

“Era muy feo encontrar las pisadas en la calle por los pies sangrantes y marcas de manos en las paredes cuando regresamos al cuarto día al mercado”, contó el vendedor de uniformes.

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LA NOCHE SE HIZO DE DÍA

Poco antes de las 06:00 horas, la primera explosión alumbró el cielo durante unos minutos, parecía el radiante sol del mediodía; “la tierra se cimbró”.

En las cercanías de la zona de la explosion, narra Josefina, “todo era lumbre, sólo se veía el cielo naranja y se sentía el calor, mucho calor”.

Explica que el ambiente era similar a estar parada frente a una fogata, las llamas se elevaban al cielo, al tiempo que se sentían como temblores provocados por cada estallido.

La carretera México-Pachuca, muy cercana a la zona cero y que ahora es un parque público, tuvo que ser cerrada por la creciente llegada de heridos y moribundos que recogían las ambulancias y por la caída de un pedazo de las gaseras sobre la vía. Los hospitales de la zona se saturaron de lesionados. 

Un vendedor aledaño a la zona cero relata que su hermano y él fueron a hacer labores de limpieza unos días después de la explosion, “se podían ver muchos cuerpos calcinados”.

“Al otro lado de la ciudad se veía la lumbre”, narra Ismael Ibarra, vendedor de hierbas en el mercado de San Juan, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Actualmente seis gaseras permanecen activas en San Juanico, manteniéndose como un riesgo latente para los pobladores, pues año con año se incrementa el riesgo de invasión del polígono de seguridad tanto de casas como comercios. Aunque muchos ya olvidaron la tragedia.

 

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