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Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

En 1979, por decreto presidencial, se empezó a celebrar cada 12 de noviembre el Día Nacional del Libro en México. La fecha conmemora el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz, hoy una figura enblemática del derecho a leer y el fervor por saber.

Ayer, además, algunos lugares del mundo celebraron el Día de las Librerías. En México no tenemos esa celebración, pero la fecha de hoy es el pretexto perfecto para también hablar de ellas.

En 1525, el tipógrafo sevillano Juan Cromberger logró que la Corona Española le otorgara los derechos exclusivos de venta de libros en la Nueva España. Fue hasta 1539 que, tras la insistencia del arzobispo y del virrey, se instaló esta imprenta. De esta forma, la Nueva España fue el primer virreinato que tuvo la oportunidad de comprar libros comercialmente.

La primera imprenta de Comberger se encontraba en la Casa de las Campanas, a un costado del Palacio Arzobispal y en la esquina formada en lo que hoy son la calle Moneda y Licenciado Verdad. Si ustedes pasan hoy por ahí, se darán cuenta de que hay una placa que indica la ubicación de dicha imprenta.

Los libros llegaban desde Europa a Veracruz. De ahí pasaban hasta la capital, donde se reproducían en la fábrica de la imprenta. Para 1569, el proceso de importación se volvió complejo, pues había una rígida revisión por parte del Santo Oficio. Antes de que un libro se vendiera en el territorio novohispano, su contenido debía ser sometido al escrutinio de la Inquisición. Muchos libros entraron por medio del contrabando, lo que le restaba dominio al monopolio de Cromberger.

Luego de la Independencia, la importación de libros ganó muchas más garantías comerciales. Los encargados de las librerías eran muy cercanos a los intelectuales y a la prensa del momento. Se guiaban por sus intereses literarios para saber qué novedades entrarían cada mes al país. De este modo, se formaron bibliotecas brillantes como la de Lucas Alamán.

Hay que decir que los traslados y las traducciones a veces demoraban bastante la llegada de nuevos libros al país. Por eso se habla de que movimientos como el romanticismo o el realismo llegaron a México décadas después de su esplendor en Europa.

Hoy gozamos no sólo de mayores imprentas en el país, sino también de herramientas que permiten la inmediatez en la lectura. Imagínense lo que hubieran dado los integrantes de la Academia de Letrán del siglo XX mexicano por tener un e-book.

¡Aprovechen las ventajas de la modernidad y no dejen de celebrar leyendo!

Sapere aude!

@hzagal

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