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La Habana recupera electricidad mientras el resto de Cuba sufre Posponen para hoy discusión de iniciativas

Los cuatro comisionados que siguen operando en el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) -el comisionado presidente Adrián Alcalá Méndez, Norma Julieta del Río Venegas, Blanca Lilia Ibarra Cadena y Josefina Román Vergara-, como si estuvieran jugando una partida de poker, ya destaparon sus cartas y, también, ya dejaron en claro cuáles son sus verdaderas intenciones: Ante la inminente desaparición de siete órganos autónomos, entre ellos el INAI, los cuales se espera no carguen los peregrinos en razón de que la aplanadora legislativa morenista le prometió extinguirlos al expresidente López Obrador antes de que finalice este año, los cuatro jinetes inaístas optaron por rendirse ante la llamada cuatroté.

Para fines prácticos, aplicaron la de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no te gustan, no te preocupes… tengo otros”.

El miércoles pasado los cuatro consejeros del INAI se reunieron con la titular de la Secretaría de Gobernación (Segob), Rosa Icela Rodríguez Velázquez. Según ellos, acudieron al despacho de Bucareli 99 para externarle a la ministra del interior mexicana la importancia de contar con una dependencia que vele por la transparencia, el derecho a la información y la protección de los datos personales. Sin embargo, a juzgar por lo que ocurrió en dicho encuentro, lo que en verdad pasó con Alcalá, Del Río, Ibarra y Román fue que acudieron a negociar con Rosa Icela los términos de su rendición a cambio de que el Poder Legislativo les salve el pellejo para que puedan seguir colgados de la teta presupuestal. Ellos saben mejor que nadie que vivimos en los tiempos en los que se aplica la máxima de aquel filósofo oriental Zhenli Ye Gon: “Coopelas o cuello”.

Así de simple.

Pero no crean que los cuatro todavía comisionados del INAI llegaron a Segob con las manos vacías. No, no, no… nada de eso. Sabedores de que su cabeza está bajo la guillotina, llevaron bajo el brazo varios obsequios para granjearse la simpatía de quien podría ser su verdugo o salvador: Los cuatro contratos -incluidos sus anexos técnicos- que el INAI firmó con una de las empresas de la excandidata presidencial de la oposición, Xóchitl Gálvez Ruiz; los documentos sobre el arrendamiento del edificio sede del INAI, que cuesta unos 7 millones de pesos mensuales al erario y que en su momento fueron clasificados por el propio Instituto como confidenciales; también llevaron el informe de la auditoría sobre el uso indebido de las tarjetas American Express del instituto en la que se documenta cómo algunos comisionados (obvio, ellos no, pues se presentaron como unos santos angelitos) emplearon el plástico corporativo para pagar gastos personales como el súper y gastos suntuosos en cantinas, bares, restaurantes de lujo y tables-dance.

O sea, al grito de sálvese quien pueda balconearon y empinaron a cuanto cristiano se les ocurrió. De seguro pensaron “¿de que lloren en sus casas, a que lloren en las nuestras?”.

Pero ni así se van a salvar, su suerte ya está echada…

 

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