Por Ana E. Rosete
El cierre de año en la CDMX suele presentarse como un momento de balance, pero en la práctica es un ejercicio más narrativo que contable. Se habla de avances, de estabilidad y de continuidad, mientras los pendientes se acomodan —otra vez— en el cajón del “para el siguiente ejercicio fiscal”. Lo preocupante no es solo lo que no se resolvió en 2025, sino cómo esos rezagos condicionarán el presupuesto de 2026.
Este año cerró con una administración en proceso de acomodo. Cambios de titulares, reestructuras internas y ajustes de prioridades que, inevitablemente, se reflejaron en el ritmo del gasto público. Hubo subejercicios en áreas clave y retrasos en proyectos que no dieron rédito inmediato. Nada extraordinario, pero sí sintomático: cuando el tiempo político aprieta, la planeación suele ceder.
El problema es que el presupuesto de 2026 no partirá de cero. Llegará cargado de compromisos heredados, presiones sociales acumuladas y una ciudad que enfrenta problemas estructurales que no admiten más postergaciones. Transporte público con mantenimiento insuficiente, una crisis hídrica persistente, necesidades urgentes de vivienda y servicios urbanos que rebasan la capacidad de respuestas parciales.
En materia social, el reto será doble. Por un lado, sostener programas prioritarios que tienen respaldo político; por otro, evitar que áreas menos visibles —pero fundamentales— vuelvan a ser las variables de ajuste. Cultura, prevención social, atención comunitaria y políticas de largo plazo suelen pagar el costo cuando el presupuesto se discute con criterios más electorales que técnicos.
La relación con las alcaldías también será un punto de tensión. El cierre de 2025 confirma una tendencia a la centralización del gasto, mientras las responsabilidades operativas siguen recayendo en los gobiernos locales. Esta asimetría no solo complica la gestión cotidiana, también distorsiona la rendición de cuentas.
El presupuesto de la Ciudad de México para 2026 será una prueba de madurez institucional. No bastará con repetir el discurso de austeridad o justicia social; hará falta claridad en las prioridades, transparencia en los compromisos financieros y, sobre todo, voluntad para enfrentar los problemas que ya no pueden seguirse pateando.
Cerrar un año no significa solo gastar lo asignado ni presumir lo ejecutado. Significa hacerse cargo de lo que viene. Y en 2026, la Ciudad de México llegará con menos margen para la improvisación y más necesidad de decisiones de fondo.
*VALOR CIVIL*
*Eduardo López Betancourt*
*Nueva fiscal*
Recientemente fue designada la licenciada Ernestina Godoy como Fiscal General de la Re-pública. A esta destacada profesionista la he tratado en dos ocasiones. La primera fue cuando asumió la Procuraduría General de Justicia de la CDMX. Se mostró sumamente amable; habló de su vida como estudiante en la Facultad de Derecho y me comentó que, por cuestiones de horario, no fue alumna mía, aunque sí estudió en mis libros, en particular La teoría del delito, obra fundamental en la enseñanza jurídica. En aquella reunión le expuse un asunto que atendió con diligencia y absoluto sentido de justicia. Al finalizar, dejó claro su compromiso con la correcta salvaguarda de los bienes esenciales, así como con la procu-ración de justicia.
La segunda ocasión fue cuando, acompañado de mi esposa, acudí a tratar la infame impu-tación que se me formuló por acoso sexual. Me expresó su pesar, especialmente porque un asunto que debía resolverse en el ámbito local fue exigido por el propio Gertz para llevarlo a su esfera de poder, con el propósito de alimentar sus venganzas personales y, aún peor, crear ilícitos, tal como lo señaló la propia licenciada Godoy en uno de sus discursos. La falsedad quedó demostrada cuando fui plenamente exonerado de esa acusación perversa. Gertz mantuvo contra mí y, lo más grave, contra mi familia, una de las persecuciones más injustas de la historia, iniciada en 2001, que incluso le costara responsabilidades al enton-ces secretario de Hacienda, José Francisco Gil Díaz.
Retomando el pronunciamiento de Godoy, considero que asumirá una conducta responsa-ble que exige el país. En su protesta ante el Senado afirmó que no se fabricarán delitos, refe-rencia que coincide con lo que viví personalmente.
Asimismo, aseguró que no habrá impunidad, lo que abre la esperanza de que se juzgue a Gertz Manero por el comportamiento deshonroso, carente de ética y profundamente per-verso que desplegó durante su gestión como Fiscal.
Gertz Manero debe responder por sus actos, pues sus conductas criminales no pueden quedar sin castigo.
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