Por Salvador Guerrero Chipres
La protesta juvenil fracaso
La inexistencia de un segundo episodio relevante tiene una manera precisa de exhibirse en la política: aparenta brilló un instante y se desvanece antes de adquirir forma.
Así ocurrió con la segunda marcha convocada bajo la bandera de la Generación Z, que a menos de una semana de su primera irrupción pasó de ser un gesto movilizador a un momento deZinflado. No solo por la asistencia —menos de 300 personas— sino porque quienes acudieron no fueron representativos de la generación en cuyo nombre se pretendió hablar.
La protesta se apagó por falta de aire desde el origen. La segunda marcha expuso, con una claridad difícil de ignorar, la inexistencia de un movimiento detrás de la narrativa, había un eco amplificado en redes y una expectativa infundada respecto a la integración espontánea.
Quienes buscaron movilizarlos sin liderazgos visibles ni demandas cohesionadas cometieron el error de quienes confunden el ruido digital con músculo social: una tendencia en redes no sustituye a la organización, ni unas cuantas frases son suficientes para sostener un movimiento. Al Zócalo, al final de su recorrido, llegaron menos de 50 personas.
En contraste, la ciudad vivió una escena completamente distinta en el desfile por el 115 aniversario de la Revolución Mexicana. En ese tono de reafirmación cívica, la Presidenta Claudia Sheinbaum fue nítida al advertir que quienes apuestan por la violencia, el odio o la manipulación se equivocan. La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, reivindicó la convicción de la paz nacida sólo de la justicia.
En esa línea puede leerse el desenlace de la segunda marcha de la Gen Z: no se trató de un fracaso juvenil, sino de un error de quienes imaginaron que podían convocar a una generación completa sin ofrecerle una causa.
Lo deZinflado no es el ánimo de las y los jóvenes, sino la pretensión de hablar en su nombre sin comprenderles ni acompañarles.
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