Estados Unidos abrió un nuevo capítulo de presión militar en el Caribe al anunciar la ‘Operación Lanza del Sur’, una ofensiva que la administración Trump presenta como un esfuerzo para “expulsar a los narcoterroristas del hemisferio occidental”.
El secretario de Guerra, Pete Hegseth, afirmó que el presidente ordenó la acción y que la misión será ejecutada por el Comando Sur y la Fuerza de Tarea Conjunta Southern Spear. El anuncio coincide con el despliegue de buques y aeronaves de guerra cerca de la costa venezolana, un movimiento que Caracas considera antesala de una invasión.
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La llegada del portaviones USS Gerald R. Ford, el más avanzado de la flota estadounidense, simboliza una demostración de fuerza no vista en décadas en América Latina. La operación ocurre en paralelo a ataques contra lanchas y semisumergibles en el Caribe y el Pacífico, con un saldo superior a 75 muertos, según fuentes oficiales.
El gobierno venezolano reaccionó al portaaviones con una “movilización masiva” de tropas y civiles. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, informó que unidades aéreas, navales y terrestres realizaron ejercicios para “enfrentar amenazas imperialistas”. Imágenes difundidas en televisión estatal mostraron baterías antiaéreas y tropas desplegadas en Caracas y otras regiones.
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La presión estadounidense generó reacomodos en el vecindario. El presidente colombiano, Gustavo Petro —sancionado por Washington— anunció inicialmente la suspensión del intercambio de inteligencia, para luego matizar su postura condicionando la cooperación a garantías de derechos humanos.
México, por su parte, acordó con Estados Unidos reforzar la vigilancia marítima: la Secretaría de Marina interceptará embarcaciones sospechosas en aguas internacionales cercanas al país, con el fin de evitar incidentes con fuerzas estadounidenses.
