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Uso de redes sociales detona depresión en niños, asegura experta Diana Flores, seleccionada nacional, crece junto al Flag Football

Ajeno a la formación docente, como la gran mayoría de los más recientes titulares de la Secretaría de Educación Pública (SEP) –desde la presidencia de Luis Echeverría, en 1970, hemos tenido tres economistas, ocho abogados, un ingeniero aeronáutico, un filósofo, un politólogo, un químico, un médico, un sociólogo y sólo tres profesionales de la enseñanza–, el colimense Mario Martín Delgado Carrillo dejó en claro, tras su comparecencia del pasado martes en el Senado, que a 15 meses de haber sido nombrado cabeza del ministerio de educación todavía navega plácidamente en eso que los expertos llaman “la curva de aprendizaje”.

México acusa severos rezagos en materia educativa. Por lo tanto, lo menos relevante de la comparecencia de Mario en la Cámara Alta es que haya salido con el disparate de que “los niños que no nacen no van a la escuela” (si alguien sabe qué carambas quiso decir con eso por favor díganos). La verdad es que hay muchísimas incertidumbres y omisiones en lo que se refiere a la educación de nuestros niños y jóvenes que ni siquiera vale la pena “volver nota” estos episodios involuntarios de comedia.

De acuerdo al hoy extinto Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), desaparecido por capricho del expresidente Obrador, el rezago educativo en México afecta a poco más de 25 millones de personas (casi 20 por ciento de la población). Esta cifra, dentro del contexto de que éste es un país en el que tres de cada diez personas no tienen garantizado el ejercicio de al menos uno de sus derechos sociales —educación, salud, seguridad social, vivienda o alimentación—, conduce a dinámicas de marginación y frustración sociales preocupantes, pues deja en claro que los esfuerzos del Estado por garantizarle educación de calidad a la población no sólo son insuficientes, también son muy deficientes. Como dato adicional, vale la pena soslayar que en el ámbito urbano tenemos 15.1 millones de personas que presentan rezago educativo, mientras que en el sector rural esa cifra es de 9.2 millones de mexicanos.

En estos momentos hay millones de jóvenes en México que a diario enfrentan condiciones estructurales que les dificultan romper los ciclos de pobreza debido al rezago educativo, la precariedad laboral y la exclusión social. Los datos duros escupen que son poco más de 30.5 millones de jóvenes en esa situación, de los cuales casi la mitad (14.4 millones) son  “ninis”, pues 4.8 millones ni estudian ni trabajan. Asimismo, 6.9 millones de estos muchachos ya no estudian y tienen un trabajo precario (o pertenecen a la informalidad) y 2.6 millones aún van a la escuela y viven en pobreza. Todos estos casos corresponden a jóvenes con rezago educativo o sin estudios universitarios, además de que ocho de cada 10 jóvenes en exclusión escolar son mujeres la mayoría dedicadas a labores domésticas y de cuidados no remunerados.

Visto desde cualquier ángulo, éste es un panorama desolador. Y si a eso le agregamos que desde la SEP no hay planes concretos en cuanto a temas específicos como lo son la erradicación del analfabetismo o la inacción ante la violencia en las escuelas, entre otros. Y si la inercia nos lleva a discutir tópicos como las pruebas Enlace y Pisa, donde nuestros estudiantes obtienen calificaciones paupérrimas, pues simplemente la cosa se pone peor.

 

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