La Comisión Europea está elaborando planes para establecer su propia célula de coordinación de inteligencia, reflejo del creciente interés de Bruselas por la autonomía estratégica en una era marcada por la guerra, el espionaje y la incertidumbre transatlántica.
Según funcionarios familiarizados con la iniciativa, el organismo operaría bajo la supervisión directa de la presidenta Ursula von der Leyen. Su objetivo: organizar mejor la información que ya fluye desde las agencias de inteligencia nacionales y fortalecer la capacidad del Ejecutivo de la UE para evaluar amenazas. Portavoces de la Comisión confirmaron que la idea aún se encuentra en una “fase conceptual inicial”, haciendo hincapié en la coordinación más que en la duplicación de esfuerzos.
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La propuesta surge en medio de una serie de convulsiones geopolíticas: desde la invasión rusa de Ucrania hasta las renovadas dudas sobre las garantías de seguridad estadounidenses, tras las repetidas amenazas de Donald Trump de reducir el apoyo de su país a Europa. Estos acontecimientos han impulsado al continente hacia su mayor campaña de rearme desde la Guerra Fría.
Sin embargo, el plan ha generado inquietud en Bruselas. Diplomáticos del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), que supervisa el Centro de Inteligencia y Situación de la UE (INTCEN), temen que la nueva unidad pueda generar redundancias. El intercambio de inteligencia ha resultado siempre un tema delicado: miembros poderosos como Francia se han mostrado reacios a compartir material clasificado, y la postura cada vez más prorusa de Hungría ha profundizado la desconfianza.
El momento elegido para esta medida no es casual. Apenas unas semanas antes, la Comisión enfrentó revelaciones sobre una red de espionaje húngara que habría intentado reclutar a funcionarios de la UE en Bruselas entre 2012 y 2018. Los legisladores europeos exigieron saber si la Comisión ignoró advertencias previas, mientras algunos pidieron la dimisión del comisario Olivér Várhelyi, quien era embajador de Hungría ante el bloque en aquellos años.
Para sus defensores, la célula de inteligencia podría finalmente proporcionar a la presidenta de la Comisión una visión más completa de las amenazas. Sin embargo, críticos advierten sobre una creciente centralización y la difuminación de las competencias nacionales.
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No se ha concretado aún ni la fecha de puesta en marcha ni la estructura, pero, de materializarse, la célula supondría un hito: el primer intento de la Comisión de diseñar su propia arquitectura de inteligencia en un bloque que todavía se debate sobre quién debe custodiar los secretos de Europa.
