Ultimo Messaggio

Alejandro Armenta presenta avances del puente ‘La Panga’ en Puebla Alejandro Armenta anuncia reubicación de damnificados por lluvias en la Sierra Norte

La Ética a Nicómaco para una sociedad contemporánea

Por el minotauro

Hace más de dos mil años, Aristóteles escribió para su hijo Nicómaco un tratado sobre cómo vivir bien. No le habló de riquezas, fama o poder, sino de algo mucho más esencial: cómo alcanzar la felicidad sin perder el alma en el intento.
Sorprendentemente, su pensamiento sigue siendo una brújula ética para este siglo XXI, tan saturado de ruido, ansiedad y contradicciones.
Si hoy Aristóteles abriera su cuenta de Instagram, quizás publicaría algo así:

1. La felicidad no es un objetivo, es un modo de vivir

Todos buscan la felicidad, pero casi nadie sabe en qué consiste. Aristóteles decía que el ser humano tiende naturalmente al bien, y que el mayor de todos los bienes es la felicidad como plenitud del alma.
No se trata de placer ni de tener más cosas, sino de vivir de acuerdo con la razón y la virtud.
En tiempos donde la gente confunde bienestar con productividad o validación social, Aristóteles nos recordaría que feliz no es quien lo tiene todo, sino quien se entiende a sí mismo.

2. La virtud no se predica, se practica

Para el filósofo, ser bueno no es una cualidad espontánea: se construye con hábito, como quien entrena un músculo.
Hoy, que abundan los discursos sobre “ser buena persona” mientras proliferan la indiferencia y el cinismo, esta idea es un llamado urgente.
La ética se entrena como el cuerpo: con constancia.
No basta publicar frases de empatía, hay que vivirlas incluso cuando nadie aplaude.

3. El equilibrio es la forma más alta de sabiduría

La famosa doctrina del “justo medio” dice que toda virtud se encuentra entre dos extremos: el exceso y la carencia.
En la era de la polarización, Aristóteles nos enseñaría que el equilibrio no es tibieza, sino inteligencia moral.
Ser valiente no es temerario ni cobarde; ser libre no es libertino ni servil; amar no es poseer ni desaparecer.
La virtud exige mesura y lucidez, algo que escasea en los tiempos del todo o nada.

4. La razón como brújula interior

Aristóteles confiaba en la razón como guía del comportamiento humano.
Hoy, cuando los algoritmos deciden lo que vemos y pensamos, recuperar la capacidad de razonar —de detenerse, reflexionar, cuestionar— es un acto ético.
La impulsividad digital, el juicio inmediato y el odio colectivo son síntomas de una razón anestesiada.
Pensar antes de reaccionar es, en esencia, un acto de virtud.

5. Sin comunidad no hay felicidad

Para Aristóteles, el ser humano es un zoón politikón: un ser que solo florece en comunidad.
Nuestra época, sin embargo, glorifica la independencia hasta la soledad.
El filósofo griego nos recordaría que nadie puede ser feliz aislado.
Necesitamos vínculos auténticos, amistades basadas en la virtud, no solo en la utilidad o el placer.
Las redes sociales nos han conectado, sí, pero no necesariamente nos han vinculado.
Una comunidad sana es aquella donde la felicidad de uno no se construye a costa de los demás.

6. La valentía ética: actuar con miedo, pero con sentido

El valiente no es quien no teme, sino quien hace lo correcto a pesar del miedo.
En una sociedad que castiga la diferencia, que lincha en nombre de la moral o del algoritmo, ser valiente puede significar simplemente ser justo, honesto o compasivo.
Defender la verdad en un mundo de simulaciones, o cuidar a otros sin esperar recompensa, son los actos heroicos que Aristóteles reconocería hoy.

7. El placer como medida, no como meta

Aristóteles no condena el placer; lo ubica en su justa proporción.
El problema no es disfrutar, sino perderse en el disfrute.
El consumismo, las adicciones tecnológicas, la cultura del exceso, son versiones modernas de lo que el filósofo llamaba “desmesura”.
El placer sin reflexión nos deja vacíos, mientras que el placer con conciencia nos humaniza y da sentido a la existencia.

8. El bien propio no puede separarse del bien común

No hay ética individual sin responsabilidad colectiva.
La justicia, para Aristóteles, es la virtud más completa, porque busca el bien de todos.
En la actualidad, eso implicaría cuidar el planeta, respetar los derechos de los demás, no corromper el sistema desde lo pequeño: la ética empieza en casa, pero no termina ahí.
El bienestar personal debe contribuir a una sociedad más justa.

9. Educar el carácter es más urgente que educar el intelecto

Aristóteles advertía que la educación moral debía comenzar desde jóvenes, porque el carácter se forma antes que la razón madura.
En un tiempo donde los logros académicos valen más que la empatía, recordemos que una sociedad sin carácter no tiene destino ético.
El conocimiento sin virtud produce seres brillantes, pero peligrosos.

10. La contemplación como acto revolucionario

El ideal más alto para Aristóteles era la vida contemplativa: pensar, leer, observar, entender.
En un mundo que idolatra la velocidad y desprecia el silencio, detenerse a pensar se vuelve un acto subversivo.
Contemplar no es no hacer nada: es el modo más profundo de existir.
La felicidad, al final, no se conquista hacia afuera, sino hacia adentro.

Epílogo: Aristóteles en tiempos de algoritmos

Si Aristóteles viviera hoy, no hablaría de dioses ni de esencias metafísicas, sino de nuestra capacidad para elegir con sentido en medio del ruido.
Nos pediría volver a pensar la virtud en lo cotidiano: en cómo conducimos, cómo amamos, cómo consumimos, cómo tratamos a los demás.
La Ética a Nicómaco no envejece porque no habla de la Grecia antigua, sino del alma humana, que sigue buscando
—a pesar de todo— una forma justa, bella y buena de vivir.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *