Mi jefa me dio la vida pero “Mezcal” en vivo me dio las ganas de vivirla
México.- Pasan los años y La Barranca solo se pone más buena. Me refiero, por supuesto, a la agrupación liderada por José Manuel Aguilera, la cual celebró 30 años de carrera el pasado 1 de Noviembre en el Teatro Metropólitan en un evento plagado de cempasúchil, rock y gritos del respetable.
Debido a la fecha en que se llevó a cabo el evento, las inmediaciones del recinto se llenaron de personas disfrazadas y niños pidiendo calaverita. Algunos de ellos incluso atravesaron el recinto para ver a la banda conformada actualmente por Ernick Romero (bajo), Abraham Méndez (batería), Jorge Chacón (guitarra), además del maestro Yann Zaragoza en las teclas y el mero mero, Don Chema Aguilera, capitán de este barco desde hace tres décadas.
El escenario ya se encontraba plagado de flores color naranja y luces de veladora, componiendo una ofrenda que ya vaticinaba una noche mítica y mística. Apareció la banda y el público, ya precopeado, estalló en gritos y vítores del tipo “Hazme un hijo”, “Te amo” o el infaltable “¡Eres la mera VEEEEEERGA!”. Además de los cinco integrantes, se sumó una sección de cuerdas para acompañar la primera parte del setlist.
Durante esta sección, los barrancos repasaron canciones cuidadosamente seleccionadas para tener un acompañamiento sinfónico: Más allá de la ley, Lengua del alma, Día Negro, El alma nunca deja de sentir, Fuga de Rubén, Antimateria, Cuervos, Paraíso elemental e Intacta (aquí proyectaron imágenes de rockeros mexas que ya pasaron a mejor vida). Canciones que, si bien no son las más populares de sus respectivos discos, sí dieron cuenta de la calidad y virtuosismo que se esconde detrás de cada rolita de La Barranca.
La siguiente parte del concierto básicamente consistió en un homenaje a su primer disco: el mítico El fuego de la noche, así como algunas de sus primeras composiciones. Abrieron con Mezcal (momento “ufff” a cargo de José Manuel y su lira acústica), para seguir con clásicos del tamaño de Reptil, Síndrome, Don Julio, El Alacrán, Ruinas, La Barranca, Quémate lento, Elixir de vida, Akumal, Esa Madrugada y Cometa… ahí nomás.
(Mención aparte a Yann Zaragoza, quien además de despachar el teclado, dirigió impecablemente a la sección de cuerdas).
Luego de tremenda sesión de guitarrazos nos pudimos dar por bien servidos, pero por supuesto que se demandó el encore y la banda regresó para echarse Inconmensurable (del álbum Antimateria), Por dónde pasas (la única de El Fluir) y Campos de Batalla.
Por supuesto, muchos seguidores nos quedamos con ganas de clásicos como El Velo, No Mentalices, Ser un destello o Animal en extinción. Sin embargo, la conjunción de un repertorio extremadamente bien curado, la sección de cuerdas que elevó las rolas a un nuevo plano de la existencia, y el mero hecho de ver a su majestad Aguilera en vivo y adornado por cempasúchiles, convirtieron a esta velada en una que, definitivamente, nunca se nos olvidará.
