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A finales de octubre de 2025, una ola de urgencia diplomática recorrió las capitales del mundo luego de que China endureciera sus restricciones a la exportación de tierras raras, minerales clave para la energía limpia, la defensa y las tecnologías digitales. La Unión Europea y Estados Unidos reaccionaron con medidas para reducir su dependencia del dominio de Pekín, abriendo un nuevo frente en la disputa por el poder económico global.

En el Diálogo Global de Berlín (23-25 de octubre), la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió: “Europa ya no puede hacer las cosas igual.

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Aprendimos la lección con la energía (rusa); no la repetiremos con los materiales críticos”. Recordó que más del 90% de los imanes de tierras raras europeos provienen de China, y presentó el plan RESourceEU, inspirado en la estrategia energética posterior a la guerra de Ucrania, para asegurar acceso a largo plazo mediante reciclaje, almacenamiento y alianzas con países como Ucrania, Canadá y Australia.

China concentra cerca del 70% de la producción mundial y casi todo el refinado de tierras raras. Las nuevas restricciones, interpretadas como represalias ante los aranceles estadounidenses, ya obligan a industrias europeas a sopesar opciones. El presidente francés Emmanuel Macron pidió activar el Instrumento Anticoerción (ICA) europeo contra China, la llamada “bazuca comercial”, creada en 2023 para responder a presiones económicas extranjeras. Su uso permitiría imponer aranceles, limitar inversiones o restringir el acceso a los mercados europeos.

En paralelo, Washington teje su propia red. El 28 de octubre, Donald Trump y la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, firmaron en Tokio un acuerdo para coordinar inversiones, agilizar permisos y crear reservas conjuntas de tierras raras.

AFP |  

El pacto, que incluye un “Grupo de Respuesta Rápida”, se inserta en una estrategia regional con Australia, Malasia y Tailandia. “Ningún país debe controlar entre el 80% y el 90% de las materias primas esenciales”, advirtió meses antes von der Leyen al G7, una idea que la administración Trump ha reiterado en su gira a Asia.

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Las dos iniciativas occidentales —la diversificación europea y la diplomacia minera trumpista en el Pacífico— comparten un propósito: quebrar el dominio de Pekín sobre los minerales que mueven la economía moderna. Pero los analistas advierten que crear cadenas alternativas exigirá años, inversiones millonarias y una firme voluntad política.

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