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El ojo ve en las cosas lo que lleva en sí mismo

Thomas Mann

 

Ya habrá usted oído aquello de que “no hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés 1:9). Bien, nada más verdadero que eso: las novedades no están en la realidad, sino en las perspectivas de quien la interpreta y en su relato al respecto.

Es verdad que hay avances tecnológicos que nos sorprenden (aunque ya los hubieran vislumbrado mentes brillantes como las de Julio Verne e Isaac Asimov) y cosas en apariencia nunca vistas, pero son esencialmente recreaciones y renacimientos de viejas visiones; es decir, más de lo mismo pero en diferentes presentaciones.

El mundo se transforma, sin duda, pero eso tampoco es una novedad ni tiene nada que ver con la forma en que usted lo percibe. Hay gente que ni cuenta se da de cuándo y cómo cambian las cosas, porque su perspectiva es siempre la misma.

Nada resulta más difícil que dejar de pensar como siempre. La creencia nace anclada a la memoria, al juicio, al yo. Cuando cambiamos y modificamos nuestra forma de pensar, cuando adquirimos otra perspectiva del mundo, creamos otra creencia para sostener la nueva estructura. Este proceso es natural y esencial.

Así pues, no es la creencia el problema, sino el tiempo que somos capaces de apegarnos a ella cuando ya es obsoleta, como si fuera lo único verdadero que existe a punto de abandonarnos. Porque eso es lo que el cerebro nos dice, que lo que creemos es la pura verdad, nuestra identidad misma.

Contra viento y marea, contra toda advertencia, contra todo vendaval que trata de arrancarnos de donde estamos para llevarnos hacia nuevas experiencias y formas de vivir, nos aferramos a una creencia, a veces absurda a ojos vistas, como si fuera la única tabla salvadora del naufragio de nuestra seguridad.

Por eso, cambiar de perspectiva no es cuestión de leer un meme. Es una forma de ir quitándole las capas a la cebolla de la creencia, para descubrir, no con pocas lágrimas, de dolor o de alegría, que estábamos equivocados.

Ver distinto es más radical que cambiar de vida. Podemos mudarnos de país, romper una relación, reinventar la rutina entera… y seguir viendo con los mismos ojos. Pero si cambiamos el ángulo, entonces todo cambia, aunque nada, en apariencia, se mueva. Por eso el verdadero despertar no ocurre cuando algo pasa afuera, sino cuando dejamos de ver con la miopía de las creencias caducas.

Pero en el proceso hay vergüenza, incomodidad y probablemente mucho enojo, porque implica reconocer el error, la ignorancia, dos circunstancias socialmente satanizadas, sobre todo cuando la sociedad nos ha dicho durante toda nuestra vida que seamos personas de convicciones, porque eso es lo más valioso que se puede llegar a tener. Se inamovible, se fiero para defender lo que crees y defiéndelo con tu vida misma. O sea, muérete terco antes que vulnerarte ante otros.

Es fácil decir que hay que cambiar de perspectiva. Lo difícil es hacerlo, porque va contra todo lo que nos han enseñado y pasa por una breve estancia, aunque nos parezca eterna, en el limbo de la confusión y la incertidumbre.

En fin, que todo esto que le digo está relacionado con una de las principales obligaciones del ser humano como especie: evolucionar en conciencia, cosa en la que estamos bastante retrasados. Ya tenemos infinitas maneras de autodestruirnos y hasta ahora ninguna efectiva para detener esta caída. Cualquiera que sea, dependerá de la conciencia.

Y cualquier cambio de conciencia dependerá necesariamente de un cambio de perspectiva, y todo cambio de perspectiva individual termina por generalizarse, ya que somos seres sociales. Así que cuando usted quiera mejorar su mundo, su país, su colonia, su ambiente de trabajo y familia, cambie el enfoque; comience por enfrentar el hecho de que está lleno de errores y de ignorancia; asuma el difícil, pero edificante reto de cambiar de opinión.

 

     @F_DeLasFuentes

delasfuentesopina@gmail.com

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