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Recuerdo una mañana soleada y nubosa. En la misma cafetería de siempre, al lado de la librería de siempre, en el mismo espacio de siempre, con el mismo café peoresnada de siempre. Sé que parece una queja, pero no lo es. La reconozco de lejos por los lentes que le he visto a través de fotografías en redes sociodigitales, aunque en muchas de ellas prescinda del artefacto que nos hace menos miopes. Los nervios que no estaban, aparecen cuando me dicen que, en efecto, ella es Laura Sofía Rivero (Ciudad de México, 1993). Es probable que, como siempre, haya sido un saludo disforme al que no supe responder. Nada grave, considero.

Pienso entonces en una cita de ella misma para paliar la impresión y retomar el rumbo. “Que el dios de la ñoñez nos ayude a nosotros, los que necesitamos escribir para espulgar preguntas, los que creemos que un pensamiento incandescente puede nacer en la lectura afanosa de los otros”. Me lo repito como un rezo.

¿Qué de mí no está hecho de lenguaje?

Es necesario comenzar por el principio, pero no tan atrás. (Hemos de obviar la cuestión del título porque viene precedido por la primera edición de la Enciclopedia de las artes cotidianas, publicada por Ediciones Moledro en 2022. Esta nueva edición, aumentada-corregida-y-remasterizada, ahora cuenta con el auspicio de Penguin Random House. Una pequeña gran diferencia que hará llegar a más rincones la cotidianidad de la joven ensayista.) La estructura, las formas de los ensayos, ese dejo fragmentario y breve.

“Creo que tiene que ver con que soy lectora, muy muy lectora de una tradición del ensayo breve que me interesa mucho. Quizá es una tradición del ensayo breve asociada al periodismo y al artículo. Me interesa eso particularmente porque he visto que hay muchos libros de ensayo que yo considero mis libros favoritos, incluso. 

“Pienso en los ensayos de Chesterton, en los artículos ensayísticos de Jorge Ibargüengoitia, pienso incluso en las prosas breves de de Wislawa Szymborska, en Augusto Monterroso, en Luis Ignacio Helguera, en los ensayistas ingleses. Como que todos esos autores son autores que encontraron en el artículo periodístico un lugar para el ensayo breve.

“Muchos de sus libros no sólo son recopilaciones de textos ya publicados, sino que se ve como un proyecto de escritura diseminado poco a poco en las revistas, pero que se agrupa después en un libro. Quizá la diferencia con estos libros misceláneos de ensayo y cualquier recopilación de artículos, es que una recopilación (de artículos) quizá piensa en el libro después de que ya se publicó, y yo creo que muchos libros misceláneos ensayísticos piensan en la idea de ir construyendo un libro poco a poco, entonces, está primero la idea del libro y después está la escritura.

En esa relación entre periodismo, artículo breve y ensayo encontré yo una forma de relacionarme con el género como lectora, que también me incitó a ver qué podía hacer yo desde la escritura, y creo que es muy pertinente pensar en la brevedad como un acicate para la mirada ensayística porque me parece que el ensayo breve condensa la naturaleza de este.

¿Por qué? Porque en el ensayo breve se siente mucho más subrayado el valor del humor, de la agudeza, del ingenio, de la concisión que a mí me parece está en todo ensayo, pero quizá mucho más nítido en la ensayística breve”, cuenta.

Ensayo breve

La también autora de Dios tiene tripas. Meditaciones sobre nuestros desechos (FCE, 2021) considera que ese retrato de la cotidianidad se puede observar mejor desde la brevedad, aunque ninguna otra forma podría ser descartable.

“El ensayo en general es una forma de la escritura que se está preguntando qué significa pensar, en qué temas pensamos, en qué asuntos pensamos y qué formas tenemos de pensar por escrito. Todo el tiempo se está interrogando qué significa pensar, y por esa primera pregunta, digamos temática, sobre qué es digno o qué amerita una reflexión, es que también el ensayo literario se interesa por tocar los temas que uno pensaría (que) son insípidos, insignificantes, inútiles.

“Y pienso que quizá tratar de captar el extrañamiento, la sorpresa, es algo que se logra con mayor intensidad en una forma breve que en un examen mucho más exhaustivo, porque pienso que, entonces, quizá ya estaríamos tocando los límites de la especialización, de la escritura racional-exhaustiva, y no sé qué tanto se perdería el extrañamiento que para mí es el centro del ensayo breve”, reflexiona.

Contradicciones

Laura Sofía Rivero dice que hay mucha gente que lee ensayo como si este fuera una opinión lapidaria. “Por eso citamos a los autores de carne y hueso, y decimos: Alonso Reyes dijo que…, Borges dijo que…, pero yo me pregunto: ¿cuál Alfonso Reyes o cuál Borges?”, considera.

“Tendemos a pensar en que es una opinión ya asentada para siempre y no una suerte de escritura desde los signos de interrogación, desde las preguntas y desde ciertos momentos muy específicos en los que está situado el pensamiento.

“Entonces, escribir desde las contradicciones en este libro, para mí, implicó, primero que nada, reunir 11 años de escritura, hay muchas yo aquí solamente por esa cuestión de cambio temporal. Hay muchas cosas que digo que ya ni siquiera pienso o ejecuto, pero siempre me ha interesado el ensayo no como la escritura de una opinión, sino como la tentativa de captar el pensamiento en una circunstancia muy específica. Me gusta mucho esta serie de La catedral de Ruán de Monet que retrata la misma fachada, –de una catedral además medieval–, a diferentes horas del día, y va cambiando según la luz. 

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“Siento que el ensayo breve, de alguna manera está tratando de captar las luces del pensamiento. Creo que lo que pensamos no es lo mismo que opinamos, y que, a lo largo de nuestra vida cotidiana, hay momentos donde cierta situación o asunto nos parece de vital importancia, y a veces insignificante.

“Aquí me dediqué a rastrear esos momentos de muchísima importancia donde lo central para mí era preguntarme por qué odio tanto las clases de inglés, por qué me aburro en las presentaciones de libros, aunque eso no sea lo que siempre me pasa, ¿no? Solamente tratar de entender por qué, por qué una experiencia resulta tan intensa en cierto momento y qué significa.

“Yo creo que el ensayo todo el tiempo se está preguntando eso: qué significa que las cosas que nos rodean, sean mayores, minúsculas, alta cultura o lo de todos los días. Y creo que ese interés de captar el pensamiento y no captar las opiniones es también lo que le dio ese afán de pluralidad y contradicción a este libro”, asevera.

Paréntesis: ensayo y la literatura fuera de la página

(Me parece que, quizá, eso es lo principal que yo pienso al respecto de la relación entre el ensayo y la literatura fuera de la página. Para mí, es muy importante como lectora y como escritora pensar en la construcción de una voz ensayística y no de una persona ensayista.)

El ensayista, un abogado del diablo

Renovar la perspectiva sobre un asunto. Déjennos pasar a la explicación antes de que enuncien la queja por el lenguaje burocrático. Esta vez no llegaremos ahí. Estamos hablando del ensayo, ese género variopinto que, dice la autora, ese lugar que siempre está buscando otras maneras de ver.

“Por eso todo ensayista se pregunta, todo el tiempo, por qué pensar es un problema y, en ese sentido, va buscando otras miradas y otras perspectivas. A mí me gusta, en la tradición de ensayo que leo, que los ensayistas den la realidad como un sillón donde toda la gente se sienta y no dicen nada, pero el ensayista se sienta y le resulta muy incómodo. La realidad es un sillón muy incómodo. Y el ensayista se pregunta por qué nadie dice eso, por qué nadie me dijo si ya tantos se sentaron aquí.

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No significa que eso sea una opinión, que escribir sea opinar, (sino) solamente señalar cierta incomodidad y señalar otras maneras de verla. “A mí me parece eso la mirada central del ensayo: una mirada desmitificadora que me gusta mucho en los autores que leo porque me hacen darme cuenta de lo cómoda que yo estaba viviendo como vivo y de los problemas que implica acostumbrarse a que el modo en el que vemos, es el único. Creo que esta pregunta, de cuántas otras maneras tenemos de ver las cosas, es algo muy satisfactorio e incluso muy saludable como para no estar con una visión de túnel, sino tratar de ampliar esa mirada y esa observación lo más que se pueda”, espeta.

Ensayo y estas realidades

“Yo creo que el ensayo nos devuelve la libertad de pensar, en lo que se nos antoje y como se nos antoje”, considera. “Tenemos frecuentemente el conflicto de que, más en un mundo como el nuestro, donde lo que importa es el prestigio, no ser funado, la homogeneización, etcétera, a mí el ensayo como una forma de la literatura hace que me devuelva lo que devuelve toda la literatura, que es darle densidad y profundidad al mundo, y ofrecerme otros espacios que el mundo me niega para relacionarme con él”.

El ensayo es esa libertad de pensar que falta en muchos otros lugares que a mí me parece muy importante recuperar”, continúa. “Porque a mi no necesariamente al pensar lo que no solemos sostener, vamos a cambiar de opinión, pero quizá vamos a comprender, incluso, por qué pensamos lo que pensamos. Creo que ese ejercicio saludable y enriquecedor de voltear a ver otras cosas es un proceso de aprendizaje muy importante en una sociedad que a veces tiende a ser muy cerrada, en una forma de vida que tiende a unificar la experiencia”.

“Últimamente me pregunto mucho eso: ¿cómo podemos pensar en otras cosas?, ¿cómo podemos enriquecer lo que pensamos si todos vivimos cosas muy similares?”, se pregunta. “Y el ensayo es esa invitación a enriquecer la experiencia, quizá pensando en cuáles son esos puntos de contacto entre la experiencia autobiográfica, la de los demás, la de lo que vemos en los libros: gente muerta, que viene de otras culturas, de otros tiempos y preguntarnos qué encontramos de punto de unión entre todo eso. Entonces, creo que por eso para mí es fundamental el ensayo, porque esa libertad de pensar ayuda a movilizar saberes que considerábamos poco importantes, nos ayuda a otorgar otros valores a las cosas que ya se nos dice cómo debemos aquilatar y también nos ayuda a dignificar la curiosidad, a dignificar el asombro y reconciliarnos con esa idea de qué significa pensar”.

Primeros auxilios

Laura Sofía Rivero ha dado cuenta de su sección “Primeros auxilios” en su librería personal. “Allí tengo ciertos libros que, cuando se me olvida qué es la literatura, regreso, los consulto y me acuerdo. Me acuerdo de esa sensación de que las palabras te devuelvan el asombro, que las palabras te llenen de preguntas, que las palabras te recuerden que sirve para algo más que lo que dice el diccionario”, confiesa. En esta sección personalísima, aparecen títulos como:

Disertación sobre las telarañas, de Hugo Hiriart.
Confabulario, de Juan José Arreola.
Siempre lecturas no obligatorias, de Wislawa Szymborska
Alarmas y digresiones, de G. K. Chesterton

Laura Sofía Rivero presentará Enciclopedia de las artes cotidianas el lunes 27 de octubre en la Gandhi de Mauricio Achar junto a Jorge Comensal a las 19:00 horas.

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