Por Juan R. Hernández
El Congreso de la Ciudad de México aprobó por unanimidad la fusión del Canal de Televisión del Congreso y la Coordinación de Comunicación Social. Una decisión que, más allá de su aparente tecnicismo administrativo, refleja un intento por fortalecer la transparencia y optimizar recursos en un Poder Legislativo que busca ser más cercano y comprensible para la ciudadanía. El nuevo esquema permitirá que el Canal del Congreso encabece la estrategia de difusión, manteniendo su independencia editorial y enfoque plural, mientras la Coordinación se transformará en una Dirección General, con la promesa de proteger los derechos laborales del personal.
En paralelo, el Congreso capitalino tiñó de rosa su sede en Donceles con motivo del Día Mundial contra el Cáncer de Mama. Un gesto simbólico, encabezado por la diputada Valeria Cruz Flores, que recuerda la importancia de la prevención y la detección temprana. La política, en su mejor versión, puede y debe tener rostro humano: el de la empatía, la solidaridad y la conciencia colectiva.
Pero mientras el recinto legislativo se ilumina, el panorama político del país continúa ensombrecido por un fenómeno persistente: la violencia política de género. Aunque desde 2020 México la reconoce como delito y ha creado protocolos para prevenirla, en los hechos las agresiones no cesan. Mujeres en la política —especialmente indígenas, afrodescendientes y trans— siguen enfrentando amenazas, exclusión y ataques mediáticos.
México, una vez más, se muestra como un espejo dual: un país que avanza en leyes progresistas, pero donde la impunidad y la normalización de la violencia siguen marcando la realidad. En ese contraste, la verdadera transformación no será institucional, sino cultural.
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