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¿Será? / Diferencias obstaculizan Seahawks aprietan lucha por el liderato en el Oeste de la NFC

Para fines prácticos, el presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Jorge Romero Herrera, no entiende que no entiende. El relanzamiento o la refundación de un partido político no tiene nada que ver con likes o followers y mucho menos con un “relanzamiento o reposicionamiento de marca” sugerido por algún genio despistado de un despacho de marketing que se les atravesó en el camino. Un partido político no puede ser tratado como una lata de refresco, un videojuego o un teléfono celular. En política la forma es fondo y el timing lo es todo.

Pero eso es algo que Jorgito no entiende ni entenderá nunca…

El sábado pasado, en Paseo de la Reforma y en las inmediaciones de la columna del Ángel de la Independencia y el Monumento de la Revolución, se vivió una bizarra dicotomía: en estos tres puntos coincidieron los participantes de la marcha zombie y los panistas que acudieron al dizque relanzamiento de su partido. Los primeros salieron a tomar las calles por diversión y los segundos para (según ellos) capturar los liderazgos que conocen las causas de la gente. Llegado el momento, muertos vivientes y muertos políticos se entremezclaron entre ellos. No se sabía quienes eran unos y quienes eran otros.

Y, al igual que los morenistas, los panistas se fueron contra su villano favorito: el priista Alejandro Alito Moreno. Según ellos, se acabaron las alianzas partidistas con los tricolores (bueno… no del todo), pues sólo les han traído derrotas. Pero eso sí, en lo oscurito ya empezaron a hacer enjuagues con los esquiroles de Movimiento Ciudadano, por aquello del no te entumas. Y, para aprovechar, retomaron el “¡patria, familia y libertad!”, que en 1939 acuñó su fundador, Manuel Gómez Morín, de quien se habían olvidado por completo.

Señores panistas, para refundar un partido política se necesita algo más que un cambio de logo.

El PAN y Romero dicen que (ahora sí, deveras, deveritas) se van a abrir a la ciudadanía y que por eso (ahora sí, deveras, deveritas) la invitan a unirse y prometen que (ahora sí, deveras, deveritas) se van a convertir en el partido más abierto y transparente de México con elecciones primarias, encuestas y el voto de la militancia… igualitos que Morena.

La promesa de un “nuevo” PAN no está mal. Al contrario. Le viene bien a la política mexicana y también a los mismos blanquiazules. Sin embargo, para proveerla de legitimidad tienen que contemplar a sus verdaderos liderazgos, a gente con peso específico al interior de este partido, como Enrique Vargas, Germán Martínez o Damián Zepeda, porque ya quedó claro que con Jorge Romero, Marko Cortés y Kenia López no van a llegar a ningún lado. Pero también les hace falta recurrir a la autoreflexión y ejercer la autocrítica, porque sus crisis no son por culpa de sus alianzas con el PRI de Alito Moreno.

Para empezar deberían por aceptar que el PAN que ganó la presidencia de la República en el 2000, con Vicente Fox Quesada, ya no existe más y que el México que llevó a Vicente Fox a la presidencia de la República en el 2000 tampoco existe más y que, hoy por hoy, el PAN es un caballo montado por un jinete sin cabeza.

Así de simple.

 

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